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En el inicio de la ponencia en la sede de la UCV |
Se enfrentan a ese dilema los responsables de comunicación de múltiples organismos y entidades. Una
mala comunicación puede poner en peligro la seguridad de un grupo de personas. Por el contrario, la
falta de comunicación, de informar sobre las claves necesarias, conlleva alarma social y un riesgo mayor, muchas veces, que esa mala información. Los silencios en el inicio de la crisis del ébola en España suponen un buen ejemplo. También el cambio del director de comunicación del Ministerio del Interior por detallar las claves de un operativo policial antes de que se desarrollara. Ocurrió este mismo año. El dircom asumió un error que, quizás, no fue responsabilidad suya en la práctica.
En el
V Curso Prensa, Seguridad y Defensa, organizado por el
Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales (IEEI) tuve la oportunidad de abordar, como último ponente de la sesión, esta complicada cuestión. Comencé analizando cómo la
intromisión política o la precipitación pueden estropear una adecuada campaña de comunicación. Después analicé el
paso previo, es decir, las circunstancias que hay que tener en cuenta para decidir si comunicamos y qué comunicamos.