Esta semana celebramos dos de esos días internacionales que
ayudan a la reflexión y, sobre todo, a pararnos y a percatarnos, aunque
únicamente sea durante unos segundos, de la situación en la que vivimos. El
lunes día cinco de diciembre conmemora el Día Internacional de los Voluntarios
para el Desarrollo Económico y Social mientras que el diez de diciembre ha
quedado oficializado como el Día de los Derechos Humanos.
Ambos acontecimientos, ambos recordatorios, tienen sus
nexos. Los derechos humanos abarcan cuestiones tan básicas como la vida, la
integridad personal, la libertad, la igualdad, el honor, el asilo o la
privacidad. Sí, resultan tan evidentes como fundamentales, pero ¿realmente se
cumplen en nuestro entorno? Y ¿somos capaces de creernos que también los
gobiernos, y los propios particulares, los acatan en la mayoría de estados de
nuestro planeta?
Si, después de reflexionar, respondemos afirmativamente a
ambas cuestiones, qué contestaremos cuando nos interroguen sobre el
cumplimiento de derechos como a la libre elección de trabajo, a remuneración
equitativa o satisfactoria, a una limitación razonable de la duración del
trabajo o a la seguridad e higiene en el entorno laboral. Por no preguntar ya
por el más elemental de todo este elenco, el propio derecho al trabajo.
Resulta innegable que no se cumple una gran parte de los
enumerados, tanto en nuestra comunidad autónoma como en el contexto general de
nuestro país. Por tanto, ya podemos suponer lo que está ocurriendo en la
mayoría de naciones de África, Sudamérica o Asia, cuyos habitantes viven en
unas condiciones bastante peores que las nuestras.
Por desgracia, celebramos estas jornadas de reivindicación
de derechos en un contexto en el que las dos autoproclamadas grandes potencias
europeas (obviamente Francia y Alemania) atenazan al resto con una reclamación
constante de reducción de déficit. Cueste lo que cueste. Aunque implique
políticas de eliminación de miles de puestos de trabajo. Para quien gobierna
desde una burbuja presidencial esta consecuencia resulta una especie de ´daño
colateral´ asumible. Desde luego, no lo entienden ni lo viven así los millones
de trabajadores que pierden sus puestos laborales.
Protagonismo del voluntariado
Ante esta situación de insensibilidad gubernamental el voluntario
adquiere una responsabilidad todavía mayor. De ahí la relevancia de la primera
de las dos fechas citadas en el párrafo inicial, la del voluntariado para el
desarrollo económico y social. Constituye, en la práctica, uno de los escasos
resortes para activar mentes y para fomentar la colaboración entre ciudadanos
de a pie, entre quienes sufren la realidad.
Cambio de mentalidad
Cuanto mayor sea el número de
habitantes de este planeta que se implique en movimientos sociales de
cooperación interpersonal y cambio de mentalidad colectiva, más cerca estaremos
de salir de las arenas movedizas en las que nos estamos hundiendo.