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| 20 minutos CV. Pág. 2 (27-06-2014) |
En demasiadas ocasiones damos por obvio aquello que lo es
para personas en nuestras circunstancias. Quienes viven en otra coyuntura
existencial pueden considerar evidente lo contrario. Un ejemplo, el acceso a internet o a
telefonía móvil. Ni todos pasamos el día conectados ni todos queremos estarlo.
Así ocurre a un ingenioso gallego que, cada día, permanece
horas aposentado en el estrecho peldaño de un local de Valencia. De cuando en
cuando se ausenta para visitar a su familia. Hace un par de semanas retornó de
su última expedición con una enorme desazón. Su padre había fallecido. Se
enteró en su Galicia natal mientras compartía risas en un bar, con el cuerpo de
su progenitor sepultado casi un mes antes. Él no tiene teléfono ni ordenador. No
consiguieron avisarle cuando ocurrió el deceso.
Su caso no resulta aislado. En circunstancias similares
discurre el día a día de muchos convecinos. No todo el mundo puede ni quiere
conocer la última chabacanería de Lady Gaga.
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