La fiesta fallera constituye una óptima ocasión para numerosos políticos de acentuar su vida social y, sobre todo, de multiplicar su presencia. Los líderes de los principales partidos se prodigan asistiendo a castillos, mascletàes, paellas y todo tipo de actos que plantean las comisiones josefinas. Se trata de estar donde la concurrencia, el ciudadano, se concentra. Y de compartir con él esos momentos de festejo y de asueto, de sembrar una imagen positiva en su memoria.