Ya estamos en Fallas y, como cada año, escribo un artículo en l´Embolic, la revista oficial de la falla Doctor Collado de Valencia.
¿Con cuántas personas conocidas te encuentras en Fallas? ¿Cuántos acercamientos inesperados de antiguos compañeros de colegio, de trabajo o de edificio se producen caminando hacia una mascletà, viendo monumentos o disfrutando de alguna verbena? Y todos aquellos que no llegan a suceder por cuestión de metros o de segundos. Porque quizás por la calle colindante a la que andamos esté pasando alguna persona a quien nos gustaría volver a ver.
Imposible calcularlos, cierto. Tan cierto como que las fiestas josefinas constituyen el principal periodo de reencuentros imprevistos y previstos del año. Sí, en Navidad te citas con familiares y amigos, con quien quieres, pero en Fallas se producen encuentros esperados y otros muchos no planificados, que surgen, que ocurren. Todo el mundo sale a la calle.
En mi caso tengo un grupo de amigos incondicionales de décadas. Siempre celebramos una comida en Navidad y otra en los prolegómenos de las fiestas falleras. Uno de estos amigos, posiblemente el más allegado, acude al café de la primera, la navideña, y se reserva plenamente para la segunda. Es la reunión que espera todo el año.
Antes esa tradición iba vinculada siempre a un bar de esos considerados de batalla pero que cumplía con creces nuestras expectativas. Por supuesto, con terraza y un monumento fallero a 20 metros de distancia. Cuando se alargaba la comida ya teníamos a los niños de la comisión disparando petardos en el otro lateral.
¡Ah! Se me olvidaba contar que esa quedada, por supuesto, se produce después de la mascletà, en muchos casos con asistencia compartida a esta cita de las 14 horas incluida. Y, desde allí, al bar o restaurante que toque cada año, que traspasaron nuestro clásico y ya no es el mismo. Mejor buscar alternativas.
¡Y qué decir de los recorridos por casales! El itinerario de monumentos y, sobre todo, de carpas donde disfrutan amigos ya se ha consolidado como una experiencia nocturna habitual en Fallas. Mejor el 14 o el 15 de marzo. Y en esa ruta, que en ocasiones, en mi caso, la diseña el abogado Pepe Morgan, nunca falta la visita a Doctor Collado, donde Carlos Navarro siempre ejerce de perfecto anfitrión describiendo los pormenores del monumento y ofreciendo un rato de agradable conversación junto a compañeros de la comisión.
Otra cita clásica en mi recorrido fallero la constituyen los balcones orientados hacia la plaza del Ayuntamiento de València, desde despachos que organizan un ágape para disfrutar de la mascletà. Suponen una buena oportunidad para saborear el espectáculo pirotécnico pero, sobre todo, un encuentro con colegas de profesión, con amigos, y una buena oportunidad para que te presenten a esas personas conocidas de vista con las que no has departido antes, o para charlar con alguien con quien nunca habías coincidido con anterioridad y con quien acabas de tener el gusto de compartir unos minutos de improvisada conversación.
Las Fallas son, entre otras muchas cuestiones, encuentros. A cualquier hora y en cualquier lugar a lo largo de un mes de marzo que empieza con fuerza desde el mismo día 1 y va cogiendo intensidad a medida que transcurra hasta esa explosión de vitalidad que supone el tramo entre el 15 y el 19.
Felices reencuentros falleros.
Y muy feliz 150 aniversario.
¿Con cuántas personas conocidas te encuentras en Fallas? ¿Cuántos acercamientos inesperados de antiguos compañeros de colegio, de trabajo o de edificio se producen caminando hacia una mascletà, viendo monumentos o disfrutando de alguna verbena? Y todos aquellos que no llegan a suceder por cuestión de metros o de segundos. Porque quizás por la calle colindante a la que andamos esté pasando alguna persona a quien nos gustaría volver a ver.
Imposible calcularlos, cierto. Tan cierto como que las fiestas josefinas constituyen el principal periodo de reencuentros imprevistos y previstos del año. Sí, en Navidad te citas con familiares y amigos, con quien quieres, pero en Fallas se producen encuentros esperados y otros muchos no planificados, que surgen, que ocurren. Todo el mundo sale a la calle.
En mi caso tengo un grupo de amigos incondicionales de décadas. Siempre celebramos una comida en Navidad y otra en los prolegómenos de las fiestas falleras. Uno de estos amigos, posiblemente el más allegado, acude al café de la primera, la navideña, y se reserva plenamente para la segunda. Es la reunión que espera todo el año.
Antes esa tradición iba vinculada siempre a un bar de esos considerados de batalla pero que cumplía con creces nuestras expectativas. Por supuesto, con terraza y un monumento fallero a 20 metros de distancia. Cuando se alargaba la comida ya teníamos a los niños de la comisión disparando petardos en el otro lateral.
¡Ah! Se me olvidaba contar que esa quedada, por supuesto, se produce después de la mascletà, en muchos casos con asistencia compartida a esta cita de las 14 horas incluida. Y, desde allí, al bar o restaurante que toque cada año, que traspasaron nuestro clásico y ya no es el mismo. Mejor buscar alternativas.
¡Y qué decir de los recorridos por casales! El itinerario de monumentos y, sobre todo, de carpas donde disfrutan amigos ya se ha consolidado como una experiencia nocturna habitual en Fallas. Mejor el 14 o el 15 de marzo. Y en esa ruta, que en ocasiones, en mi caso, la diseña el abogado Pepe Morgan, nunca falta la visita a Doctor Collado, donde Carlos Navarro siempre ejerce de perfecto anfitrión describiendo los pormenores del monumento y ofreciendo un rato de agradable conversación junto a compañeros de la comisión.
Otra cita clásica en mi recorrido fallero la constituyen los balcones orientados hacia la plaza del Ayuntamiento de València, desde despachos que organizan un ágape para disfrutar de la mascletà. Suponen una buena oportunidad para saborear el espectáculo pirotécnico pero, sobre todo, un encuentro con colegas de profesión, con amigos, y una buena oportunidad para que te presenten a esas personas conocidas de vista con las que no has departido antes, o para charlar con alguien con quien nunca habías coincidido con anterioridad y con quien acabas de tener el gusto de compartir unos minutos de improvisada conversación.
Las Fallas son, entre otras muchas cuestiones, encuentros. A cualquier hora y en cualquier lugar a lo largo de un mes de marzo que empieza con fuerza desde el mismo día 1 y va cogiendo intensidad a medida que transcurra hasta esa explosión de vitalidad que supone el tramo entre el 15 y el 19.
Felices reencuentros falleros.
Y muy feliz 150 aniversario.