20 minutos. Pág. 2 CV (24-04-2013) |
Resulta sorprendente la capacidad que tienen algunos de nuestros responsables públicos para endosarnos, de manera sibilina, nuevas tasas o pagos. Sin tan siquiera sospecharlo te cargan un cobro o te exigen un coste adicional. Y no lo esperas porque han preferido no difundirlo por medio alguno. En ocasiones, ni en sus propias páginas digitales. O lo hacen en una pestaña de casi imposible localización.
Un ejemplo: el reciente sobrecoste para acceder al aeropuerto de Valencia en metro. El usuario compra el clásico billete AB a 2,10 (sin contar la imposición de la absurda tarjeta Móbilis previo pago de otro euro) que cubre la zona y, cuando se dispone a abandonar la estación, se topa con que los tornos se lo impiden.
Un operario, monedero en mano, le informa verbalmente de que debe abonar 2,30 euros más para permitirle la salida. Total, que un trayecto Angel Guimerá-Aeropuerto sube ya a 4,40. Y si no pagas no sales. ¿En qué ha quedado el servicio al ciudadano?
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