Entre la maraña de recortes que enreda a los españoles desde hace años y que últimamente aprieta hasta ahogar, el Ayuntamiento de El Puig ha abierto una pequeña brecha para respirar. Su alcalde, padre primerizo y totalmente concienciado con los gastos y la responsabilidad que conlleva la paternidad, ha decidido entregar 600 euros a las parejas empadronadas en este municipio valenciano que hayan tenido un hijo desde el 11 de junio de 2011 y a quienes lo hagan antes del 31 de diciembre.
Eso sí, el dinero no les llegará en metálico para libre disposición. Deberán consumirlo durante un periodo de cuatro meses en los comercios de la población. Lógico, porque así incentiva las compras e impulsa el comercio local.
Si el primer munícipe de este término valenciano de rango medio ha sido capaz de encontrar una pequeña vía de oxígeno para sus vecinos, ¿por qué los líderes nacionales o autonómicos no demuestran su misma eficiencia? Desconozco si no dan más de sí en cuanto a capacidad intelectual, de decisión o de recursos.
Tampoco si, a tenor de los hechos, el PP debería de sustituir ipso facto a Mariano Rajoy por José Miguel Tolosa, que así se llama el alcalde de El Puig. El primero tiene que pedir dinero a la Unión Europea para hinchar la deuda nacional porque no atisba otras soluciones. En cambio, el primer edil valenciano logra encontrar 600 euros para cada una de las 20, 30 o 50 parejas que soliciten tal cantidad por engendrar vástagos. Y, desde luego, él da ejemplo al negarse a recibir esa ayuda aunque esté entre el grupo de beneficiarios.
¿Será que no existe mejor estímulo o forma más óptima para aguzar el cerebro que ponerse en la tesitura del vecino de la calle, de quien ha de pagar la ropa, el cuco, los pañales, los biberones y un larguísimo etcétera de gastos que comporta la llegada de un hijo? Por desgracia, demasiados de nuestros políticos siguen abstraídos en su burbuja de discursos vacuos y discusiones estériles. Les falta vivir como la inmensa mayoría de los ciudadanos.