
Cada cual disecciona la realidad desde su perspectiva. No obstante, existen unas marcadas líneas comunes que convierten la serie de relatos que conforma este libro en perfectamente homogénea: la defensa de la figura del enviado especial o corresponsal de guerra y su importancia para dar voz a los abandonados y desprotegidos, ya sea en Somalia, China, Siria o Afganistán. Sin la presencia y crónicas de los periodistas las masacres quedarían sepultadas en la ignorancia pública. Sus artífices no tendrían que dar explicación alguna y podrían repetirlas cuando quisieran.