
Cada cual disecciona la realidad desde su perspectiva. No obstante, existen unas marcadas líneas comunes que convierten la serie de relatos que conforma este libro en perfectamente homogénea: la defensa de la figura del enviado especial o corresponsal de guerra y su importancia para dar voz a los abandonados y desprotegidos, ya sea en Somalia, China, Siria o Afganistán. Sin la presencia y crónicas de los periodistas las masacres quedarían sepultadas en la ignorancia pública. Sus artífices no tendrían que dar explicación alguna y podrían repetirlas cuando quisieran.
La información publicada o difundida pierde espacio y calidad por falta de profesionales que la cubran y de editores que la valoren. Cada vez menos medios destinan enviados especiales. Y aquellos que lo hacen reducen presupuestos y, por desgracia, confianza en la tarea. Algunos editores, y sigo con los argumentos de ´Queremos saber´, consideran que con hacer búsquedas de teletipos o en google ya están al corriente de toda la información mundial y se atreven a guiar, desde su despacho, los pasos y los criterios de su periodista a pie de guerra. Otros medios recurren a la figura del ´free lance´ o profesional autónomo mal pagado y peor pertrechado por esa falta de recursos.
Me quedo con el anhelo, la esperanza e incluso la certeza –depende del testimonio que leamos- lanzado sobre que en el futuro mejorará la profesión. El ciudadano exigirá información de calidad y los periódicos –en papel o digitales-, radios y televisiones deberán de atender esa demanda volviendo a impulsar la figura del enviado especial, del corresponsal fijo y, en general, del periodista que se desplaza al lugar de la noticia, la trabaja y la cubre. Para gloria de su propio medio y del periodismo.
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