Recuerdo los plenos del Ayuntamiento de Paiporta en los albores de los años noventa. El socialista Bertomeu Bas gobernaba con una holgada y cómoda mayoría absoluta. Su esposa, Emilia Soler, ejercía de plenipotenciaria edil. En mi caso, acudía, cuando la ocasión lo requería, como periodista en prácticas o, después, como colaborador del diario Las Provincias.
La oposición quedaba reducida a un heterogéneo y gris grupo de ocho o nueve concejales de tres partidos políticos (PP, UV y EU). La citada Soler no dudaba en arremeter contra todos durante estas sesiones. Y me incluyo cuando hablo de todos. En mi caso, por haber divulgado opiniones críticas de la mencionada oposición contra su gestión. Simplemente por darles espacio.
Ahora el matrimonio, alejado desde hace años de sus cargos públicos y con el PSOE sumido en una debilitada oposición local, afronta sesiones interminables de juicios. Les acusan de utilizar trabajadores públicos para tareas privadas de su hogar. Su precaria situación actual nada tiene que ver con la plenipotenciaria del pasado. ¡Las vueltas que da la vida!
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