Observa impasible a cada transeúnte.
Elegante, permanece sentada, inamovible, en un banco de madera ubicado en la esquina que enlaza las calles Buen Orden y Ángel Guimerà, en Valencia. Atrae
miradas curiosas,
sorprendidas. Escucha con
infinita paciencia truculentas confidencias. Contempla sin descanso. Y acompaña.
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20 minutos. Pág. 2 (02-07-2014) |
Si fuera una persona en lugar de un maniquí con formas femeninas, posiblemente podría relatar las
sonrisas, las prisas, los rostros de enfado y un sinfín de pequeños detalles de los vecinos de la barriada. O si su propietario e indumentarista le hubiera instalado una cámara (quizás lo hizo y no nos hemos percatado) también podría
captar todas esas escenas cotidianas.
María, en cambio,
sí lo hace. Ella se cruza cada día con muchas de las personas contempladas por el maniquí. Inteligente, las escruta mientras continúa con sus paseos interminables por esa misma zona de Valencia.
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