Los monumentos falleros transmiten una visión de la
sociedad. Trasladan cuestiones que a los artistas, y, por extensión, a los
miembros de la comisión para la que trabajan, les preocupa y sobre lo que
quieren mostrar su visión e ironizar. Esculpen respecto a lo que sienten,
escuchan entre sus convecinos y seleccionan de entre las noticias de los medios
de comunicación. Y, a su vez, ejercen de singular eco, ya que filtran y tamizan
esa información y, por medio de su obra artística, la transmiten a las cientos,
miles o decenas de miles de personas (cada cual tiene su público y atractivo)
que se pararán a contemplar su monumento.
Entre quienes más se prodigarán en esas visitas se
encuentran los políticos de ámbito autonómico, provincial y local. Incluso
nacional. Forma parte de su tarea, de su profesión y, en muchos casos, de su
inquietud personal. Y algunos de esos políticos se sentirán como ante un espejo
al observar su imagen, al pararse ante un ninot que los representa. Con una
elevada carga de sarcasmo, desde luego, y con un poético mensaje escrito que
aluda a su labor.