Andan sumidos en un batiburrillo de emociones. Por un lado,
se sienten desmoralizados, infravalorados por sus ciudadanos. Por otro,
consideran que carecen de un heredero político que pueda plantar cara a los
nuevos primeros ediles. Además, en su fuero interno algunos esperan que las
diferencias entre los socios de gobierno de sus municipios acaben aflorando y
las zanjen con una moción de censura.