Javier Alfonso, Marta Hortelano, Josep Torrent junto a organizadores y patrocinador |
Me gusta comparar a los periodistas con los árbitros
deportivos. O, mejor dicho, con los buenos árbitros, que los hay y muchos
aunque cuando se hable de ellos acostumbre a ser para defenestrar su labor. El
periodista eficaz consigue, a través de su crónica escrita, oral o televisiva,
embriagar a su audiencia, la traslada a través de los acontecimientos sin que
se note la presencia de quien los relata.
Para ese lector o escuchador entusiasmado, la noticia
discurre a través de su mente. La paladea, la siente, le hace vibrar o incluso
llorar. La aprehende y la asimila. Con toda su crudeza o alegría. Y sucede así
porque ha existido un buen transmisor, un periodista con la pericia y
profesionalidad necesaria para captar su atención y suministrarle ese hecho.
Después, esa audiencia, salvo en contadas ocasiones, no recordará ni citará la
fuente. Simplemente dirá “he leído en el periódico o en una web, visto en la
tele, oído en la radio que…”. O, en el peor de los casos, se limitará a lanzar
la afirmación: “me he enterado de que…”.