Trágico adiós

20 minutos. Pág. 2 (07-05-2014)

Los pequeños comerciantes de cada barriada forman parte de la vida de sus moradores. Su presencia diaria sostiene la rutina; su ausencia repentina y fatal puede provocar un desmoronamiento colectivo. El fallecimiento de Isabel Martínez, propietaria de la pastelería Dulcinea, ha convulsionado el entorno del mercado valenciano de Abastos.
La noticia de su muerte en un accidente de tráfico en Teruel se ha expandido como una plaga de langostas. La persiana del que fuera su local ha servido de tablón para colgar todo tipo de dedicatorias y sostener fúnebres ramos. Deja un vacío insondable e imprevisible hasta en quienes se limitaban a cruzar con ella un cortés saludo o una simple mirada.
El adiós fulminante y trágico de una persona tiene consecuencias inesperadas. Su efecto se extiende mucho más allá de lo que el propio protagonista del deceso podría prever. Al igual que un comerciante esmerado influye mucho más en sus clientes de lo que estos suponen. Pero eso no lo saben hasta que no dejan de sentir su presencia.

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