Los ciudadanos están dolidos, agarrotados y desmoralizados por los continuos recortes que aplican los gobernantes de turno. En este caso de quienes prometieron hasta la extenuación –en campaña electoral, por supuesto- que ni aumentarían impuestos ni reducirían servicios. Los hechos han devastado sus palabras.
No obstante, la animadversión ciudadana hacia los políticos y, por qué no decirlo a pesar de lo manido del término, la indignación, viene provocada por la falta de empatía. Me explico. El valenciano, tarraconense o calagurritano que trata de llegar a fin de mes y guarecerse de la tormenta económica que descarga sobre él percibe que el presidente del Gobierno, sus ministros y la mayor parte de los diputados viven en una burbuja. No saben qué ocurre en la calle ni se molestan en comprobarlo.