Todo trabajo merece su remuneración. Si pretendemos disponer de unos cargos públicos que se dediquen en cuerpo y alma a su labor, que empleen la mayor parte del día a ella, han de recibir un salario. Un político que compagina su labor con otras ocupaciones –el ejemplo del fontanero al que recurre continuamente la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal- no puede trabajar con exclusividad a velar por los intereses de sus ciudadanos. No tendrá ni el tiempo ni las energías suficientes.