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lunes, 22 de octubre de 2012

Sueldos para políticos

Todo trabajo merece su remuneración. Si pretendemos disponer de unos cargos públicos que se dediquen en cuerpo y alma a su labor, que empleen la mayor parte del día a ella, han de recibir un salario. Un político que compagina su labor con otras ocupaciones –el ejemplo del fontanero al que recurre continuamente la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal- no puede trabajar con exclusividad a velar por los intereses de sus ciudadanos. No tendrá ni el tiempo ni las energías suficientes.
Por tanto, y desde mi humilde punto de vista, los políticos que ocupan cargos elevados han de ser profesionales, aunque solo durante una etapa de su vida laboral, de la denominada res pública. No podemos permitirnos aficionados para cargos como diputados autonómicos o, ni mucho menos, para directores generales, consellers o alcaldes y tenientes de alcalde de grandes poblaciones.

Criterio ¿objetivo?
Dicho esto falta por estipular su retribución. Las famosas tablas de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) han de actualizarse y aplicarse por imperativo legal. Tal cual y con la eliminación de subterfugios como complementos, dietas o dinero de libre disposición. Todos aquellos gastos diluidos o turbios deben eliminarse.
También, desde luego, queda fuera de todo lugar que el alcalde de un municipio de 2.000 habitantes viva exclusivamente de un salario que le asigna el pleno que controla su partido. O que haya dos ediles más liberados igualmente. Todo en su dimensión y magnitud y con realismo.

Esfuerzo y dedicación
No obstante, insisto, los políticos que gobiernan las más altas instituciones nacionales y autonómicas han de percibir un salario público que les permita vivir con dignidad (con la misma que el resto de sus conciudanos) para así poder exigirles dedicación y esfuerzo. Y, desde luego, como ocurre en cualquier otro sector, han de estar expuestos a expedientes disciplinarios o a despidos si cometen errores en su labor. No podemos andar esperando a esas dimisiones que nunca (o en muy escasas ocasiones) llegan.
Columna publicada en diariocriticocv.com

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