El presidente del Gobierno repite constantemente su ´mantra´
-porque para él tiene concepto de sagrado- de que la prioridad total consiste
en recortar el déficit. Para lograrlo, todo vale, se lleve por delante a quien
sea. Desde su subjetivo punto de vista a partir de ahí vendrá el crecimiento. Y
subrayo esta última afirmación porque no constituye una verdad absoluta que
tanto recorte vaya a implicar mejora futura alguna. Más bien parecemos
condenados a lo contrario.
En cualquier caso su empecinamiento lo ha convertido en
norma de obligado cumplimiento para sus correligionarios políticos, entre ellos
los valencianos. El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, anda atrapado
entre esa imposición y la herencia letal de su antecesor, Francisco Camps,
plasmada en una deuda galopante. En esta tesitura, qué hace. Aplicar idénticas
tijeras.
Noqueado
Cierto que ni su rostro ni sus actuaciones muestran la misma
sensación que refleja Rajoy de creerse poseedor de la verdad absoluta e
indiscutible. Fabra anda cansado y transmite una sensación de gobernante noqueado,
literalmente, por las circunstancias.
El problema, el verdadero problema, consiste en que los
realmente damnificados por esas circunstancias y por las erróneas y volubles
decisiones de los políticos de turno son los ciudadanos, sus gobernados. Cada
recorte deja una legión de damnificados. Sí, muchos forman parte de esa mayoría
silenciosa a cuyo carácter apacible se encomiendan nuestros presidentes autonómico
y estatal. Hasta que, hastiada y destrozada, se le agríe ese carácter y saque
toda la rabia e impotencia que tiene dentro. Entonces Rajoy tendrá que hacer
algo más que sentarse a fumar un puro.
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