El Puig ya no se llama El Puig a secas. Ahora, oficialmente, su topónimo se amplía a El Puig de Santa Maria –sin acento y en valenciano-. El deseo del pleno lo ha convertido en realidad primero el Consell y luego el estado con la reciente publicación en el BOE. De esta forma recupera la denominación que le otorgó el rey Jaume I al conquistar en 1237 ese asentamiento.
En este caso la decisión no creo que despierte la controversia que han generado medidas similares en otros municipios valencianos. Me viene a la mente Castelló de la Ribera versus Villanueva de Castellón, que la disputa prosigue. El Puig ha seguido la senda marcada por Aras de los Olmos, que también introdujo ese apellido para desmarcarse definitivamente de Alpuente y para ampliar su denominación.
Otros precedentes se han limitado a eliminar una letra. La variación, aunque parezca diminuta, resulta significativa. Por ejemplo, Xirivella valencianizó su topónimo oficial y eliminó la ´ch´inicial del castellano. O Torrent suprimió la ´e´que cerraba su denominación años atrás.
Algunos municipios o, mejor dicho, ciertos ciudadanos de estas poblaciones, no tienen muy claro por cuál opción decantarse. En este caso aludo a localidades como Benifayó, Alboraya o Aldaia, que, en muchos casos, sustituyen la ´y´ por ´i´ latina.
La clave de la cuestión consiste en que los moradores de estos lugares se identifiquen y se sientan a gusto con el nombre final. No importa que ello implique cambiar un topónimo ancestral, que proviene de no se sabe cuándo ni por qué causas. O, como ha sucedido en El Puig de Santa Maria, que signifique recuperar esa denominación inicial. Si quien vive en El Puig es más feliz así, perfecto pues y enhorabuena.
Columna publicada en diariocriticocv.com
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