“La lucha sin freno por la audiencia genera pérdida de
credibilidad”. Esta frase, atribuida por Vicente Climent, en su libro ´Tendencias
periodísticas´, a Javier Davara, formador de periodistas en la Universidad
Complutense de Madrid, sintetiza la lamentable difusión lograda por un bulo
gestado en twitter sobre el futbolista Andrés Iniesta y su falsa donación de la
prima ganada con la selección española. El afán por anticiparse y colgar los
140 apresurados caracteres alusivos al tema desbordó el caudal internauta y se
llevó por delante parte de esa credibilidad de algunos de sus ´retuiteadores´.
Twitter no ha de valorarse como un medio informativo, con
todas las connotaciones que ello implica. Más bien constituye un foro abigarrado
que puede ejercer de fuente de información pero donde, al igual que enlaces de
noticias contrastadas, habitan bromas, conversaciones o, simplemente,
intoxicaciones. Insisto, en el mejor de los casos se consigue adoptar como una
fuente que proporciona una información que, como cualquier otra antes de ser
publicada, requiere de su contraste.
La divulgación de este bulo y, sobre todo, la cura de
humildad que ha supuesto para quien ha contribuido a ello, tiene también un
efecto positivo: desmitificar los ´tuits´. Que una persona arrastre a cientos
de miles de seguidores no implica que sus frases constituyan verdades
absolutas. La televisiva Carmen Lomana, transmitiendo con una sentencia su
consternación por el irreal fallecimiento de Emilio Botín a pesar del saludable
aspecto que luce el banquero, lo corroboró con creces escasos meses atrás.
Como digo, el hecho de que este tipo de infundios en la red
queden desvelados debe de inducir a una profunda reflexión, sobre todo a los
periodistas. Querer transmitir con aceleración una noticia nunca debe
anteponerse a profanar ese culto al rigor que caracteriza a un profesional de
la información.
Oficio imprescindible
Al contrario, debe desmarcarle. En esta saturación de
información sin cribar, el periodista dispone de una ocasión única para
reivindicar su marchito papel de experto en transmitir noticias precisas,
exactas, rigurosas y, sobre todo, veraces. Ya sea a través de un medio de
comunicación convencional o de redes sociales. O por ambos sistemas enlazando
al primero en las segundas. Esta y otras falsedades destapadas suponen, en cierto
modo, una ocasión perfecta para demostrar a la sociedad el papel primordial y
necesario del periodismo. Para revaluar un oficio imprescindible.