Sientes que besas el cielo. Gravitas. Te envuelve tu propia
emoción. Has superado la meta de tu primer maratón. Has recorrido 42.195 metros
hasta cumplir uno de tus grandes objetivos deportivos y, por qué no admitirlo,
vitales. Atrás quedan meses de largos, series, madrugones, estiramientos y,
sobre todo, de ilusión. Lo has conseguido. Eres maratoniano.
Caminas a ingerir un refresco mientras tu mente, embriagada
por la poderosa emoción de tu triunfo personal, repasa la carrera. Más bien
recorre las sensaciones que tuviste. El frío de los primeros kilómetros, cuando
dudabas de si hubiera valido la pena ceñirte una camiseta de manga corta.
Pronto, ya entrado en calor, disipaste ese pensamiento.