Sientes que besas el cielo. Gravitas. Te envuelve tu propia
emoción. Has superado la meta de tu primer maratón. Has recorrido 42.195 metros
hasta cumplir uno de tus grandes objetivos deportivos y, por qué no admitirlo,
vitales. Atrás quedan meses de largos, series, madrugones, estiramientos y,
sobre todo, de ilusión. Lo has conseguido. Eres maratoniano.
Caminas a ingerir un refresco mientras tu mente, embriagada
por la poderosa emoción de tu triunfo personal, repasa la carrera. Más bien
recorre las sensaciones que tuviste. El frío de los primeros kilómetros, cuando
dudabas de si hubiera valido la pena ceñirte una camiseta de manga corta.
Pronto, ya entrado en calor, disipaste ese pensamiento.
Después llegaron los temores de quedarte en tierra de nadie.
El práctico que habías escogido como guía, el de las 3,30 horas, se alejaba.
¿Lo sigo o espero al de 3,45?, te planteaste. Preferiste aguardar. Mejor
dosificar fuerzas. Soy novato. ¡Ay! Kilómetro 15 y ya empiezan los retortijones
intestinales. Contemplas cómo un compañero de carrera se lanza desaforado a un
descampado. Trataré de aguantar, te impones. Has desayunado plátano, que
siempre ayuda.
Los aplausos del público te vigorizan. Superas el kilómetro
21. Si has recorrido esa distancia bien puedes alcanzar los 42. Total, te queda
menos de lo que has hecho. Te infundes ánimo. Lo refuerzan las palmas de un
grupo de atletas de un club local que acaba de rebasarte. Vuelves a hidratarte.
No has dejado de hacerlo desde el primer avituallamiento.
Sientes que las
piernas, en toda su extensión, comienzan a pesarte. Las notas rígidas, como si
te las hubieran escayolado. Una descarga
de terror te sacude. Tu autoestima empieza a derrumbarse. Quedan nueve
kilómetros. El cuerpo reclama descanso. Tu fuerza de voluntad parece
resquebrajarse. Los pezones te sangran… En ese instante emerge de entre el
público el amigo con el que quedaste, el que te hará de ´liebre´ en este tramo
final del maratón de Valencia. Su sola presencia te revivifica. No estás solo.
Te espolea. Te enardece.
Ya únicamente faltan cinco, cuatro… (percibes que lo vas a
conseguir), tres, dos, un kilómetro,… Vislumbras la meta. Eres un campeón. Has
concluido tu primer maratón. El de Valencia. Todo un hito existencial.
Columna publicada el pasado lunes en el diario ABC
Pincha este enlace para leerla en ABC.es
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