Una de las múltiples leyendas de la fértil mitología griega
cuenta, en ese constante cruce entre deidades y mortales, que el humilde
matrimonio de Capadocia compuesto por Filemón y Baucis acogió a una pareja de
andrajosos viajeros. Tras ofrecerles sus
mejores manjares y darles cobijo, los transeúntes descubrieron su verdadera
identidad. Ni más ni menos que el omnipotente Zeus y su hijo Hermes.
Agradecidos, les avisaron que debían huir de su ciudad, a punto de ser
destruida. Además, como recompensa, estaban dispuestos a concederles el deseo
que pidieran. Filemón y Baucis solicitaron estar unidos hasta la muerte. Dicho
y hecho. Fallecieron el mismo día y Zeus los convirtió en árboles que se
inclinaban el uno sobre el otro.