La última asamblea de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), celebrada en Valladolid, ha concluido con una declaración que desmenuza los males que achacan al sector periodístico. En un manifiesto tremendamente elocuente habla de la doble crisis que afecta a la profesión: la económica (compartida con el resto de ciudadanos y que se percibe en los medios por una caída desmesurada de la publicidad) y la de modelo productivo. Internet ha transformado la forma de comunicar y, en cierta forma y quizás por las dudas surgidas en cómo emplear ese soporte, ha devaluado la transmisión de información.
Elsa González, presidenta FAPE |
La FAPE, en su manifiesto, apela a la necesidad que tiene el periodista de no perder el tren de la transformación tecnológica, a su responsabilidad de ser original en su tarea, a saber gestionar sus contenidos, ponerlos en valor y de mantenerse en contacto con sus usuarios, a que las universidades adapten sus planes de estudios. Además, arremete contra las insultantes comparecencias de políticos o empresarios que no admiten preguntas, como si expusieran una verdad absoluta e incuestionable.
Desde luego, reclama un cambio de mentalidad de los editores que debería de extenderse también a cualquier ámbito –empresarial, social, etc- en el que trabajen periodistas. En época de carestía como la actual parece que la única receta conocida –que no eficiente, como lo están demostrando los resultados- consiste en prescindir de redactores, en rebajar plantilla, en precarizar al profesional.
La revista de la FAPE es un referente |
Esto sucede en los medios pero igualmente, como insisto, en gabinetes de prensa, universidades, empresas de comunicación y otras entidades donde ejercen su labor periodistas con la misma cualificación, dignidad y eficiencia que quienes trabajan más de cara al usuario final, el lector-oyente-espectador.
El manifiesto, que subraya la relevancia del profesional bien formado y capacitado, aboga por un desarrollo del periodismo acorde a las normas éticas y deontológicas que inculca la propia licenciatura. Todo ello con el fin de reforzar nuestra credibilidad y dignidad.