Después de emplear parte de la tarde en estos menesteres ociosos, volvemos a subir al coche y nos dirigimos a la bella población de La Orotava, que emerge sobre el valle del mismo nombre. De ella destacan sus casonas señoriales, sobre todo la conocida popularmente como De los Balcones, con sus tres líneas de ventanales: los más bajos con estilo de guillotina, y los cinco medianos y el corrido de arriba sobre la base de madera. Espectacular la fachada de la oficialmente denominada Casa Fonseca. También es un museo, pero las horas ya tardías conllevan que esté cerrado.
Paseando entre subidas y bajadas y contemplando las
numerosas casas señoriales llegamos a los espectaculares Jardines del
Marquesado, con su cripta, sus espacios privados construidos con ramas, su
croar de ranas y un sinfín de detalles que comportan una visita diurna más
pausada para disfrutarlos. Nos quedamos con las sensaciones.
De noche ya, vamos a cenar a un guachinche, nombre que
recibe la típica cantina canaria con buena comida y precio reducido. Elegimos
Los Gómez, en una cuesta en las afueras. No tenemos mucha hambre, aunque pese a
ello nos atrevemos con un plato de ropa vieja, con su carne mechada, patatas y
garbanzos.
Todavía percibimos en nuestro estómago el almogrote y el
gofio degustados este mediodía. Un poco de vino tinto tinerfeño de la casa
completa el menú antes de volver al hotel para concluir el día delante del
ordenador, escribiendo estas líneas, en el balcón de unos 50 metros cuadrados
-no exagero- sintiendo en el rostro la deliciosa caricia de la brisa marina.
Tercer día y de nuevo paseo por Puerto de la Cruz, esta vez desde el complejo comercial y la playa de Martiánez y en ascenso hasta el hotel Best Semiramis, que se asoma sobre un pequeño acantilado que forma la escollera con su elevación.
Hacia el volcán
Después de desayunar y contemplar una animada partida de
petanca inglesa, nos subimos al coche y emprendemos camino hacia el Parque
Nacional del Teide. Afrontamos una hora larga de recorrido entre curvas de
subida que está a punto de truncarse aproximadamente a los mil metros de
altitud, cuando una densa niebla apenas deja ver los metros que hay delante en
la carretera.
Ante la advertencia en diferentes páginas digitales de que
mañana el día puede estar más nublado decidimos continuar y un par de
kilómetros después, ya alrededor de los 1300 metros sobre el nivel del mar, la
niebla se disipa y empiezan a predominar los rayos de sol. Seguimos hasta
superar la zona del teleférico y llegar al Mirador de la Ruleta.
Después de dar unas cuantas vueltas por los pequeños aparcamientos atestados, conseguimos dejar el vehículo en la puerta del parador y, desde allí, comenzamos a andar parque natural a través hasta enlazar con el sendero número 3, que es el que queremos acometer. Bordea el Roque García y cuenta casi todo el tiempo con la perspectiva en la lontananza del cráter del volcán.
Sendero y parador
La ruta, de 3500 metros, tiene una dificultad media, con
algunos tramos que conllevan cierto riesgo por el menguante espacio para
caminar en ascenso y el vértigo que comienza a dar mirar hacia abajo. Pasamos
junto a diferentes roques y miradores para desembocar en el peñasco que se
conoce como La Catedral por su singular fisonomía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario