El Partido Popular en la Comunidad Valenciana y en la ciudad
de Valencia empieza a tener certezas. Este hecho, esa certidumbre, tiene su
relevancia para una formación que se encuentra en la ciénaga de la oposición
autonómica y local en las tres capitales provinciales. También para un partido
que está habituado a gobernar y a contar con líderes que marquen su camino.
La primera de esas certezas consiste en que las gestoras
nacieron para prolongarse en el tiempo. Como la estación provisional del tren
de alta velocidad (AVE) en Valencia. El presidente de la gestora de la
metrópoli, Luis Santamaría, ya lo ha interiorizado y sobre ese cimiento
trabaja. Otra cuestión consiste en quién encabezará la candidatura y optará a la
alcaldía.
La persona que resulte ungida por Rajoy, por Martínez-Maíllo
o por la propia Isabel Bonig ya contará con medio camino recorrido. Tendrá un
programa electoral basado en la campaña Valencia Escucha, de reuniones con
entidades de todo tipo de los distritos de Valencia. Y con una red de 85
enlaces, uno por cada barrio de la capital autonómica. E incluso con una
candidatura preconfeccionada que le siga si se tercia.
Luego, faltará ver si llega con un perfil omnipotente o
transformador sobre lo hecho (léase Esteban González Pons) y aprovecha o no el
trabajo desarrollado. O valora la labor de oposición omnipresente del
incombustible Eusebio Monzó, cuya tarea de llanero solitario ante la adversidad
resulta más que digna de una tesis politológica. Pero esto último ya no forma
parte del ámbito de las certezas. Únicamente lo aporto como sugerencia.