El Partido Popular en la Comunidad Valenciana y en la ciudad
de Valencia empieza a tener certezas. Este hecho, esa certidumbre, tiene su
relevancia para una formación que se encuentra en la ciénaga de la oposición
autonómica y local en las tres capitales provinciales. También para un partido
que está habituado a gobernar y a contar con líderes que marquen su camino.
La primera de esas certezas consiste en que las gestoras
nacieron para prolongarse en el tiempo. Como la estación provisional del tren
de alta velocidad (AVE) en Valencia. El presidente de la gestora de la
metrópoli, Luis Santamaría, ya lo ha interiorizado y sobre ese cimiento
trabaja. Otra cuestión consiste en quién encabezará la candidatura y optará a la
alcaldía.
La persona que resulte ungida por Rajoy, por Martínez-Maíllo
o por la propia Isabel Bonig ya contará con medio camino recorrido. Tendrá un
programa electoral basado en la campaña Valencia Escucha, de reuniones con
entidades de todo tipo de los distritos de Valencia. Y con una red de 85
enlaces, uno por cada barrio de la capital autonómica. E incluso con una
candidatura preconfeccionada que le siga si se tercia.
Luego, faltará ver si llega con un perfil omnipotente o
transformador sobre lo hecho (léase Esteban González Pons) y aprovecha o no el
trabajo desarrollado. O valora la labor de oposición omnipresente del
incombustible Eusebio Monzó, cuya tarea de llanero solitario ante la adversidad
resulta más que digna de una tesis politológica. Pero esto último ya no forma
parte del ámbito de las certezas. Únicamente lo aporto como sugerencia.
En cambio, de vuelta a la senda de la certidumbre nos
topamos con otra gestora, en este caso la provincial, que, salvo cambios
imprevistos, también atracará en el puerto de las elecciones de mayo de 2019 tal
como está. Es decir, con Rubén Moreno al frente y con Antonio Clemente y María
José Catalá como adláteres.
Basta observar la actitud de resignación de los otrora tres
contendientes por el puesto de presidente
provincial. De la belicosidad preveraniega han pasado a centrarse en silencio
en los actos propios de sus instituciones (y en el caso de la tercera en liza,
María José Penadés, a desaparecer de escena). Cada uno a lo suyo y por su
cuenta. Eso sí, las caras serias demuestran que las heridas no han quedado
restañadas y que pueden supurar en un futuro. Una lástima para su partido.
La relevancia de esa gestora va mucho más allá de sus
cargos. De sus decisiones dependerá la designación de candidatos a alcalde en
municipios de menos de 20.000 habitantes y también influirá, y bastante, en los
que superen esa cifra. En algunos populosos, como Paterna, Torrent o Gandia, el
PP todavía tiene mucho que decidir.
Y una última evidencia, la fiebre de gestoras resulta muy
contagiosa. Lo escribo porque en breve deberían de comenzar los congresos
locales (no el de Valencia) para que los populares renueven sus cargos. ¿Habrá
gestora donde no se produzca acuerdo o acatamiento rápido? Aquí retomo el
ejemplo de Paterna.
No quiero acabar esta columna de opinión sin aludir a otros
incombustibles, aunque carezcan de vinculación con el Partido Popular y formen
parte de las neoformaciones ilusionadas. Por un lado, José Enrique Aguar, que
con sus fieles Pedro Gallen y José Vicente Giménez anda recorriendo España
(este fin de semana se ha desplazado a tierras andaluzas) incorporando
concejales y abriendo agrupaciones para su proyecto Contigo Somos Democracia
(CSD).
Por otra parte, a Demòcrates Valencians, que ha alcanzado
una curiosa sinergia con la formación Partit Vinaròs Independent para
revindicar más frecuencia de parada de trenes. Y, por último y no menos
importante, a Som Valencians con su campaña ´Recuperém tradicions´, que entre
tanta importación de Halloween ha
recordado esta semana con acierto que los valencianos tenemos fiestas propias y
entrañables como el Día de les Animetes.
Artículo de opinión publicado en EsdiarioCV.com (04-10-2017)
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