Podem, la filial autonómica valenciana de Podemos, trata de encontrar
su propio hueco, de diferenciarse en el panorama autóctono. De separarse de la
alargada sombra de Compromís, con quien incontables votantes del ámbito
regional y periodistas del espectro nacional dan por asimilado tras su pacto
para concurrir juntos a las elecciones generales.
Después de despuntar como precursor de un ente
radiotelevisivo y multimedia público y de perder ese liderazgo a manos de
Compromís, escogió la bandera de la tasa turística como plan B para
distanciarse del Gobierno actual. Promovió un debate que, para el ciudadano de
a pie, poco ha calado. Ahora ha dado un paso más al frenar los presupuestos de
2018, ya cerrados por socialistas y compromisarios. Podem permite que gobiernen
ambos, pero no quiere que lo confundan con ellos, sobre todo con los
socialistas. Únicamente que lo definan como asociado en esa simbiosis
denominada Acord del Botànic. Pero una cosa es querer y otra, poder.
Podemos, a nivel nacional, ha fijado un discurso de desgaste
continuo del PSOE que en la Comunidad Valenciana no se percibe. O no sucedía
hasta ahora. El senador Ferran Martínez trata de liderar la algarada
antisocialista mientras el secretario general de Podem, el treintañero Antoni
Estañ, persigue también su hueco, su protagonismo.