Podem, la filial autonómica valenciana de Podemos, trata de encontrar
su propio hueco, de diferenciarse en el panorama autóctono. De separarse de la
alargada sombra de Compromís, con quien incontables votantes del ámbito
regional y periodistas del espectro nacional dan por asimilado tras su pacto
para concurrir juntos a las elecciones generales.
Después de despuntar como precursor de un ente
radiotelevisivo y multimedia público y de perder ese liderazgo a manos de
Compromís, escogió la bandera de la tasa turística como plan B para
distanciarse del Gobierno actual. Promovió un debate que, para el ciudadano de
a pie, poco ha calado. Ahora ha dado un paso más al frenar los presupuestos de
2018, ya cerrados por socialistas y compromisarios. Podem permite que gobiernen
ambos, pero no quiere que lo confundan con ellos, sobre todo con los
socialistas. Únicamente que lo definan como asociado en esa simbiosis
denominada Acord del Botànic. Pero una cosa es querer y otra, poder.
Podemos, a nivel nacional, ha fijado un discurso de desgaste
continuo del PSOE que en la Comunidad Valenciana no se percibe. O no sucedía
hasta ahora. El senador Ferran Martínez trata de liderar la algarada
antisocialista mientras el secretario general de Podem, el treintañero Antoni
Estañ, persigue también su hueco, su protagonismo.
Si antes comentábamos que la sombra de Compromís resulta
demasiado alargada para Podem, la de Antonio Montiel, ex secretario general de
Podem y también primer portavoz en Les Corts, opaca la figura de Estañ. Montiel
transmitía solvencia y la tranquilidad para PSPV y Compromís de que el acuerdo
llegaría. Ahora los socialistas se desesperan porque no las tienen todas
consigo. A pesar de la flema de su portavoz, Manolo Mata, siempre capaz de
sacar una frase recurrente o un as negociador de una chistera que parece
inagotable.
Por tanto, en Les Corts Podem quiere pero no puede. Ese
espacio de izquierdas y de reivindicación social en el que se ha situado a
nivel nacional lo tiene ocupado Compromís en el ámbito autonómico, que lo
arrincona hacia la izquierda de la izquierda. No obstante, en ese extremo
también tiene competidor: Esquerra Unida.
Si esta formación –su
matriz- parece entregada por Alberto Garzón a nivel nacional a Podemos, en la
Comunidad Valenciana mantiene un perfil propio, con sus diputados provinciales
y sus expectativas, como han revelado las últimas encuestas, de volver a Les
Corts. De entrar EU sería, por lógica, a costa de Podem. Si logra cinco
diputados, esos escaños los perderá el partido de Escañ. Sin contar con que
PSPV o Compromís le resten alguno más.
Y para rematar el negruzco panorama que atisba, tampoco ha
hilvanado una estructura local o provincial. Todavía no ha resuelto qué pasara
con todas sus marcas locales. Ni tan siquiera con la más importante, València
en Comú, que le ha proporcionado un diputado provincial cuya gestión apenas
trasciende. Mientras, en la propia capital, a pesar de dirigir áreas como
Juventud, Participación o Educación, la repercusión de sus figuras queda a años
luz de la de los Grezzi, Fuset o Sandra Gómez. Su grado de conocimiento para la
ciudadanía resulta mínimo. Viven de la marca. Y las marcas a veces suman y a
veces restan. Depende de lo que transmitan sus líderes o de la consolidación
del producto.
En definitiva, sin gestión ni referentes locales que ofrecer
como ejemplo, con un PSPV fortalecido, con un titán político como Compromís y
con una EU a la expectativa compitiendo por el electorado de izquierdas y con una
agenda pública que no acaba de diferenciarse, el futuro de Podem se emborrona. O
empieza a reaccionar haciendo algo más que rechazar los presupuestos de PSPV y
Compromís o puede perder la mitad de sus huestes en las próximas elecciones.
Columna publicada en EsdiarioCV
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