El mes de agosto de cada año preelectoral es el de la
campaña sumergida, el de la búsqueda de aliados y el de hacer acopio de fuerzas
y de apoyos dentro de cada partido. Una buena forma de sellar un pacto latente
o de confirmar un sentimiento de simpatía en muchos municipios del sur de la
provincia de Valencia y del norte de Alicante consiste en hacer un brindis de
cazalla. Se trata de una bebida seca de anís cuya elaboración tiene fama, por
ejemplo, en Aielo de Malferit, la localidad
donde nació el cantante Nino Bravo.
Una mirada de complicidad, un choque de vasos de chupito y
un pensamiento fugaz pueden cimentar la complicidad necesaria, sobre todo ante
lo que se avecina. Con tres de los cinco
partidos con representación en Les Corts
por orquestar sus primarias y decidir candidato (se presupone que ya los tienen
PSPV, por su pacto tácito de respetar a los presidentes como candidatos sin
primarias, y PP, porque no acostumbra hasta la fecha a escoger a sus cabezas de
lista con este sistema) y con la inmensa mayoría de los aspirantes a alcalde por decidir o ratificar
por sus respectivas formaciones todo queda para el próximo curso.
Y para recoger, mejor sembrar, sobre todo en actos de
carácter lúdico y festivo en los que existe menos tensión patente y donde
la conversación puede fluir con mayor
sinceridad y cimentarse con bases más consistentes. Como las de las noches de
paellas de fiestas locales o la
degustación de otros productos clásicos, como las cocas de dacsa (recomiendo
las de tomate, huevo y anchoa) y los figatells (siempre sorprenden a quien no
los conoce) de la Safor o las cocas cristina de l´Horta Nord (prefiero no
inclinarme por un municipio por la rivalidad por elaborar las mejores).