El Ayuntamiento de Valencia comenzó el año derribando cinco
de las emblemáticas pasarelas de la avenida del Cid, las que salpimentaban la
entrada a Valencia desde la carretera que enlaza con Madrid. Lo hizo a pesar de
las quejas de las asociaciones vecinales y de la seguridad que proporcionaban a
los transeúntes para alejarlos de los vehículos. Y a sabiendas del embudo que
iba a causar en una de las principales arterias viales de acceso a la urbe.
La consecuente petición de la Asociación de Vecinos de Nou
Moles de recuperar la pasarela que comunica Pintor Stolz y su centro de salud
con la calle Tenerife y con el colegio del sector aéreo quedó tan abandonada
como los cascotes de las pasarelas. Tampoco las tardías protestas de PP y
Ciudadanos sirvieron de mucho.

Y esta semana surge un nuevo frente urbano, otro edificio
paradigmático de Valencia: el Real Convento de Santo Domingo. En este caso, no
para derribarlo, sino para cambiar su propiedad. Y la propuesta parte de Les
Corts, con la discrepancia de su presidente, Enric Morera, y con la
aquiescencia del alcalde Joan Ribó, que ya defendía esta petición desde su
etapa como concejal en la oposición. El argumento esgrimido por Compromís
–impulsor de la propuesta- se basa en desmilitarizarlo –en la actualidad lo
conserva el Ejército- y divulgar sus atractivos. Incluso algún partido, como
Ciudadanos, que ha sorprendido con su abstención, ha apelado a una mejora de
las instalaciones.
Los 23.000 visitantes anuales, la jornada de puertas
abiertas que, casualmente, se desarrolla este mismo fin de semana, o los
numerosos actos institucionales en los que ha participado el propio Morera
demuestran que, vida cultural y visitas, desde luego tiene el convento gótico. Quien
ha circundado su magnífico claustro, ha entrado en la celda de San Vicente, ha
admirado la sala capitular, ha contemplado el salón de trono o ha observado la
recreación de ´El Palleter´ sabe que, precisamente conservado, sí que está.
Cuestión diferente consiste en si hace falta divulgar más este tesoro
monumental valenciano, tarea que, supongo, implicaría a diferentes entidades.
De ahí en buscar una disputa con el Ejército existe un largo trecho.
Y muy cerca del citado Real Convento de Santo de Domingo se
encuentra la glorieta de Puerta de la Mar, una recreación de su antepasada.
Desde principios de años está sitiada por obras, que esta semana han concluido
con el achatamiento de su lateral más amplio, el que se abre desde la calle
General Palanca. Carril bici, carril bus e isleta han dejado el espacio para
los vehículos privados reducido al paso de dos vehículos al mismo tiempo que,
por la progresiva estrechez de la rotonda, se complican y se llegan a juntar en
uno. Los conductores han de estar más atentos que nunca para no colisionar.
Esta intervención ha pasado desapercibida entre tanta
metamorfosis urbana. Y ante la carencia de información recibida por los vecinos
de la zona, ni antes ni durante la obra. Ni tan siquiera un cartel explicativo
del proyecto en vía urbana. La participación ha brillado por su ausencia ante
la política de hechos consumados.
Algunas intervenciones quizás “pacifiquen” –eufemismo que le
encanta utilizar el edil de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi-; no
obstante, otras muchas plantean conflictos donde no los había, como la
demolición de las pasarelas, el intento de hacer lo propio con el edificio del
antiguo cine Metropol o la municipalización del Real Convento de Santo Domingo.
Por tanto, constituyen, en la práctica, actuaciones beligerantes, por la
oposición o el malestar que generan. Incluso entre los propios partidos que
gobiernan el Consistorio de Valencia. Y estamos ya a un año de las próximas
elecciones municipales.
Artículo publicado el pasado fin de semana en EsdiarioCV
Puedes leerlo en EsdiarioCV pinchando este enlace
No hay comentarios:
Publicar un comentario