
Más bien incluso gana, aunque sea en demostración de peso
orgánico. Salvo que sus resultados se alejen bastante de sus expectativas, como
ocurrió con Guillermo Luján, alcalde de Aldaia y descartado en la primera
votación a secretario general en la citada comarca de l´Horta Sud. El respaldo
del omnipresente Bartolomé Nofuentes y su vanguardista lobby 3.0 no le resultó
suficiente.
Ni tan siquiera el tantas veces mentado José Luis Ábalos,
plenipotenciario secretario de organización del PSOE, tuvo que sufrir que le
achacaran esta derrota. Porque hasta la fecha, aunque algunos candidatos se
hayan identificado con él y, sobre todo, con Pedro Sánchez, Ábalos no ha
certificado públicamente sus apoyos. Ni, por supuesto, el propio Sánchez ha
manifestado apadrinar u orientar aspiración alguna. Aunque muchas enarbolen su
nombre y primer apellido como bandera.
Y sorprende que incluso quienes ni tan siquiera parece que
estén en la contienda también levanten pecho como vencedores. Me refiero en
particular al presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez, cuya
única batalla o partido (según si preferimos emplear un símil bélico u otro
deportivo) hubiera sido la de aspirante a máximo responsable provincial, aunque
al final decidió replegar tropas y dejar el camino casi expedito a Mercedes
Caballero. No obstante, lo escrito, hasta desde los aledaños de Jorge Rodríguez
atribuyen el triunfo de candidatos de las comarcas de interior valencianas al
respaldo del presidente de la Diputación. O a la inversa, que han ganado sus pupilos.
Entre decenas de congresos comarcales siempre los máximos
responsables socialistas contarán con algún compañero o amigo vencedor o
vencedora de esas cuitas, con alguna muesca que sumar. Nadie pierde. Porque
cuando no gana un allegado o animado a presentarse, insisten en que han
mantenido su neutralidad institucional y que no han tenido que ver en la
contienda. En cambio, sí vence alguien afín, ya se ocupan, indirectamente, de pregonar
que ese vencedor circunda en su órbita. Por tanto, nunca pierden.
Ni siquiera en el caso de la ciudad Valencia. Maite Girau,
la candidata in pectore de Ábalos en esta plaza, cosechó el 42% de los votos,
un resultado bastante más que digno y que le da fuerza sobrada para que, en el
futuro, su partido tenga muy en cuenta las pretensiones y demandas de su grupo.
Quizás incluso podría hablarse de victoria pírrica. O subliminal. En la próxima
confección de candidaturas, y desde luego cuando se constituya la ejecutiva,
ese segmento ha demostrado que debe ser tenido en cuenta por la previsible y
finalmente vencedora, la pujante Sandra Gómez.
Si Rafa García, el alcalde de Burjassot, llevó casi su
discurso electoral al límite de la belicosidad para tratarse su contrincante de
un compañero de partido y presidente de la Generalitat, como es el caso de Ximo
Puig, en las primarias comarcales la escenificación de rivalidad se ha ido
diluyendo. Al final, y tras la votación, cualquier herida de guerra queda restañada
con un fuerte abrazo y aquí paz y allá gloria. Y si es conjunta esa gloria en
el futuro sumando al rival, mejor. Al final, las primarias se convierten en
advertencias, en mostrar al candidato oficialista o favorito que habrá de tener
en cuenta a otras sensibilidades.
Por tanto, unos y otros ganan. Unos, sumando más votos, y
otros, simplemente sumando votos, aunque sean menos que su rival. Pero son
votos. Y votos amigos. Nada ver lo que ha sucedido en las comarcas, ni lo que
pasó en las provincias, ni incluso lo que ocurrió a nivel autonómico, con el
enconado pulso que mantuvieron Patxi López y, sobre todo, Susana Díaz y Pedro
Sánchez a nivel nacional.
Esa indisimulada animadversión no se ha trasladado a las más
familiares primarias valencianas. Veremos qué ocurre cuando se reproduzcan esas
votaciones internas para escoger a candidatos a alcaldías. O incluso, si
finalmente lo hacen, para dirimir puestos en listas autonómicas. De momento, el
PSPV ha logrado superar sus primarias de manera incruenta. Simplemente fijando posiciones.
Supongo que ayuda el hecho de atesorar un inmenso poder
institucional que mimar. Debilitar la imagen de un presidente de la
Generalitat, de un mandatario de Diputación o de un alcalde podría costarle
cargos a medio plazo al partido. Algo que no ocurría en el caso de la cruzada
de Pedro Sánchez a nivel nacional y su reconquista del PSOE. Allí había mucho
menos que perder.
Artículo publicado el pasado día 10 de febrero en EsdiarioCV
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