El tiempo pasa, las elecciones locales se van acercando y la formación de Isabel Bonig no da muestras de ir a escoger en breve a sus candidatos a alcalde en los diferentes municipios de la Comunidad Valenciana.
Esta semana, por cuestiones profesionales, organicé una gala. Uno de los patrocinadores, siempre ingenioso, pretendía dar una sorpresa a los asistentes. Para lograr su objetivo me pidió, ya en el hotel donde se celebraba el evento, un embudo. No importaba tanto el tamaño como disponer de este clásico artilugio. Pregunté al responsable del comedor y me respondió que lo veía complicado. Me extrañó su contestación por la envergadura del local en el que nos hallábamos.
Entonces me explicó que en la cocina, el embudo ha caído en desuso, que no cuentan con él porque ya no se utiliza. Ni tan siquiera este veterano profesional –así me confesó- contaba con un ejemplar de este instrumento hueco en su propio domicilio, y tenía trazas de ser un laborioso y aventajado cocinillas.
Este cuello de botella, ese estrechamiento de la circulación o del trasiego de cualquier líquido que supone el embudo, me trajo a la mente la situación que atraviesa el Partido Popular. Sobre todo después de haber saludado esa misma mañana a Eva Ortiz y hacer lo propio a última hora de la tarde con María José Català, ambas portavoces adjuntas en Les Corts, y en los dos casos, al igual que en el de su propia presidenta autonómica, Isabel Bonig, atenazadas por la falta de fluidez de su partido por designar, nombrar o incluso votar –sea el procedimiento que elijan- a sus candidatos.
Mientras se deciden a iniciar un proceso cada vez más acuciante por la inexorable proximidad de las elecciones locales de mayo de 2019, las especulaciones sobre quienes serán cabezas de lista en las capitales de provincia de la Comunidad Valenciana contribuyen a zarandear más todavía a un partido asediado por los casos de corrupción del pasado. La agenda judicial se come la actualidad del PP. Y la falta de toma de iniciativas desatascando los procesos de selección de candidatos, e incluso de presidente en la provincia de Valencia y en comarcas y localidades, da alas a sus rivales.
El Partido Popular necesita ya ir confirmando candidatos para que afronten la larga carrera electoral que les espera. El tiempo pasa y el deterioro de la marca tampoco les ayuda. No pueden confiar en ella, en estar en la cresta de la ola, al contrario que le ocurre a Ciudadanos, que sí ocupa ese lugar ventajoso. Cuanto menos, por ahora. Y en un futuro inmediato, con los procesos judiciales todavía pendientes y con Cataluña en el foco permanente de la actualidad, tampoco parece que la situación vaya a variar para el PP.
Por tanto, quienes van a dar la cara por su partido necesitan margen para sembrar marca, para darse a conocer, para promover su proyecto. Y más aún si tenemos en cuenta que, en la inmensa mayoría de los casos, parten de la desventaja de hallarse sumidos en la oposición, con lo que tienen menos opciones de recursos y de impulsar su grado de conocimiento. Y también con el reto de tener que ganar.
Aunque las tribulaciones del eurodiputado Esteban González Pons por Bruselas y las continuas preguntas sobre si está desenredando la madeja de volver copan parte de la actualidad política, el tiempo pasa y continúa sin haber abanderado del PP por Valencia. Y la situación se extiende a numerosos y populosos municipios cuyos vecinos, además -y no resulta baladí recordarlo- también votarán en los comicios autonómicos, y sus sufragios locales determinarán el reparto de diputados provinciales. Por tanto, líderes con cierto tirón sumarán en todos los ámbitos para el Partido Popular.
Si centramos nuestra mirada en el área metropolitana de Valencia, esta carencia de candidato definido se expande por Burjassot, Paterna, Alboraya, Mislata, Aldaia, Alaquàs y prácticamente allá por donde se mire. Con la excepción de Alfafar, claro, único bastión del PP en la comarca si descontamos las diminutas poblaciones de Emperador o Lloc Nou de la Corona. Demasiadas dudas a año y tres meses de las elecciones. Tic, tac. Tic, tac. Máxime cuando se parte de la desventaja de estar en la oposición y de sufrir el desgaste de la marca de la formación.
Mientras, las jerarcas populares en la región parecen desbordadas por ese embudo en el que se ha convertido la elección de candidatos. Sin saber cómo ni cuándo se desatascará ese cuello de botella que no permite filtrar en un cabeza de lista tangible el flujo de ilusiones o expectativas de sus militantes y altos cargos. Y eso que los embudos han caído en desuso.
Esta semana, por cuestiones profesionales, organicé una gala. Uno de los patrocinadores, siempre ingenioso, pretendía dar una sorpresa a los asistentes. Para lograr su objetivo me pidió, ya en el hotel donde se celebraba el evento, un embudo. No importaba tanto el tamaño como disponer de este clásico artilugio. Pregunté al responsable del comedor y me respondió que lo veía complicado. Me extrañó su contestación por la envergadura del local en el que nos hallábamos.
Entonces me explicó que en la cocina, el embudo ha caído en desuso, que no cuentan con él porque ya no se utiliza. Ni tan siquiera este veterano profesional –así me confesó- contaba con un ejemplar de este instrumento hueco en su propio domicilio, y tenía trazas de ser un laborioso y aventajado cocinillas.
Este cuello de botella, ese estrechamiento de la circulación o del trasiego de cualquier líquido que supone el embudo, me trajo a la mente la situación que atraviesa el Partido Popular. Sobre todo después de haber saludado esa misma mañana a Eva Ortiz y hacer lo propio a última hora de la tarde con María José Català, ambas portavoces adjuntas en Les Corts, y en los dos casos, al igual que en el de su propia presidenta autonómica, Isabel Bonig, atenazadas por la falta de fluidez de su partido por designar, nombrar o incluso votar –sea el procedimiento que elijan- a sus candidatos.
Mientras se deciden a iniciar un proceso cada vez más acuciante por la inexorable proximidad de las elecciones locales de mayo de 2019, las especulaciones sobre quienes serán cabezas de lista en las capitales de provincia de la Comunidad Valenciana contribuyen a zarandear más todavía a un partido asediado por los casos de corrupción del pasado. La agenda judicial se come la actualidad del PP. Y la falta de toma de iniciativas desatascando los procesos de selección de candidatos, e incluso de presidente en la provincia de Valencia y en comarcas y localidades, da alas a sus rivales.
El Partido Popular necesita ya ir confirmando candidatos para que afronten la larga carrera electoral que les espera. El tiempo pasa y el deterioro de la marca tampoco les ayuda. No pueden confiar en ella, en estar en la cresta de la ola, al contrario que le ocurre a Ciudadanos, que sí ocupa ese lugar ventajoso. Cuanto menos, por ahora. Y en un futuro inmediato, con los procesos judiciales todavía pendientes y con Cataluña en el foco permanente de la actualidad, tampoco parece que la situación vaya a variar para el PP.
Por tanto, quienes van a dar la cara por su partido necesitan margen para sembrar marca, para darse a conocer, para promover su proyecto. Y más aún si tenemos en cuenta que, en la inmensa mayoría de los casos, parten de la desventaja de hallarse sumidos en la oposición, con lo que tienen menos opciones de recursos y de impulsar su grado de conocimiento. Y también con el reto de tener que ganar.
Aunque las tribulaciones del eurodiputado Esteban González Pons por Bruselas y las continuas preguntas sobre si está desenredando la madeja de volver copan parte de la actualidad política, el tiempo pasa y continúa sin haber abanderado del PP por Valencia. Y la situación se extiende a numerosos y populosos municipios cuyos vecinos, además -y no resulta baladí recordarlo- también votarán en los comicios autonómicos, y sus sufragios locales determinarán el reparto de diputados provinciales. Por tanto, líderes con cierto tirón sumarán en todos los ámbitos para el Partido Popular.
Si centramos nuestra mirada en el área metropolitana de Valencia, esta carencia de candidato definido se expande por Burjassot, Paterna, Alboraya, Mislata, Aldaia, Alaquàs y prácticamente allá por donde se mire. Con la excepción de Alfafar, claro, único bastión del PP en la comarca si descontamos las diminutas poblaciones de Emperador o Lloc Nou de la Corona. Demasiadas dudas a año y tres meses de las elecciones. Tic, tac. Tic, tac. Máxime cuando se parte de la desventaja de estar en la oposición y de sufrir el desgaste de la marca de la formación.
Mientras, las jerarcas populares en la región parecen desbordadas por ese embudo en el que se ha convertido la elección de candidatos. Sin saber cómo ni cuándo se desatascará ese cuello de botella que no permite filtrar en un cabeza de lista tangible el flujo de ilusiones o expectativas de sus militantes y altos cargos. Y eso que los embudos han caído en desuso.
Artículo que me ha publicado este sábado en EsdiarioCV
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