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jueves, 26 de diciembre de 2013

Castillos conquenses: Moya y Cañete



Recorrer los vestigios de un castillo siempre impone, sobre todo cuando lo haces atravesado por el aire gélido invernal y casi en solitario. Abarcar centenares de metros en silencio, contemplando los restos de las almenas, de la torre del homenaje y, en general, los despojos de aquellas fortificaciones que tanto intimidaron en su momento, inspira todo tipo de sentimientos y constituye una experiencia muy aconsejable.

Cuenca ofrece la oportunidad de vivir estas sensaciones. Para concretar más me referiré al emblemático castillo de Moya y a la villa aledaña, deshabitados, y al de Cañete (también conocido como de Don Álvaro de Luna por el ascendiente de este histórico personaje sobre la localidad), que ejerce de atento vigía de la citada Cañete, que ronda el millar de habitantes.

Marquesina en el desvío de la carretera
El castillo de Moya estremece. Ya lo hace superar las aldeas colindantes y pasar ante la marquesina de aspecto destartalado que marca el inicio del ascenso hacia la fortificación. Tampoco deja indiferente bordear una serie de casonas abandonadas y afrontar una pista de ascenso hacia los rescoldos de la muralla y de un asentamiento que, según estudios realizados, comenzó a ser tal en la edad de bronce.




Panorámica desde un lateral del castillo
Desde entonces atesora una fecunda historia repleta de intrigas (como la de los infantes de Lara), marquesado y abanderado de la resistencia contra la invasión de las huestes napoleónicas. Inició su decaimiento en el siglo XIX. Ahora languidece, sin atisbo alguno de rehabilitación y sumido en un abandono que ahonda en la sensación de melancolía que provoca.
Restos de una de las iglesias
Sin control de acceso alguno y con unos desgastados rótulos que explican los derruidas iglesias que le dieron lustre, vale, en cualquier caso, con creces la pena recorrerlo una y otra vez. También, antes o después, parar en la cercana Landete para disfrutar de las delicias gastronómicas de Tasca Garrido.

De Moya a Cañete, población que honra a su ilustre antepasado, Don Álvaro de Luna, con un busto en la plaza Mayor y con la denominación del castillo. Este último emerge en una colina desde la que parte la muralla kilométrica (estilo abulense) que circunvala al municipio.
Muralla que circunvala Cañete

Vista desde el castillo de Cañete
Ni impresiona ni impone como el de Moya. Eso sí, está incluso más abandonado. Destacan del mencionado castillo, sobre todo, las vistas que propicia y que permiten contemplar el municipio y de su entorno. En este caso, el hostal-restaurante la Muralla se alza como la recomendación gastronómica añadida al comentario.

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