Cuando paseas por Caspe en dirección al famoso castillo del
Compromiso, o a la Parroquia de Santa María Mayor del Pilar, que custodia las
porciones que convierten a la localidad en la cuarta en tamaño de custodia del
Lignum Crucis, te sorprende la elevada población extranjera con la que te
topas.
La comarca Bajo Aragón-Caspe despunta como la que más
foráneos tiene como residentes: uno de cada cinco. Y su capital, la ciudad
caspolina, hace honor a ese liderazgo, con casi 2.000 extranjeros, la inmensa
mayoría de países musulmanes. Los atuendos, los gestos, la vida en la calle,
reflejan esta circunstancia en una localidad que resaltó en el siglo XV por el
acuerdo o compromiso que alcanzaron tres reinos cristianos.
De aquello han pasado más de seis siglos y queda, sobre
todo, el legado y un trozo de muro del castillo que acogió el Compromiso de
Caspe, ante la crisis producida al morir sin sucesor el rey Martín I de Aragón.
Las diferentes delegaciones, entre las que se hallaba, por la valenciana, un
monje dominico que acabaría siendo santo y patrono de Valencia, Vicente Ferrer,
lograron un consenso histórico que entregó la corona a Fernando de Antequera.
Lo que habitualmente se resolvía con sangrientas batallas en Caspe se rubricó
con palabras de acuerdo.
Entre carnicerías halal, teterías y supermercados de productos árabes vas ascendiendo para alcanzar la iglesia de Santa María La Mayor, que guarda desde hace más de 620 años la cuarta reliquia ensamblada mayor de la Vera Cruz, por detrás de las porciones de Santo Toribio de Liébana, Notre Dame de París y Roma.
Con orgullo te comenta esta custodia el grupo de voluntarios
que, dentro del templo, explica a los visitantes la importancia religiosa de
Caspe. Los restos que han sido atribuido a la cruz en la que murió Jesús se
exhiben en su capilla, protegida, desde el siglo XVIII, por un estuche de traza
neoclásica de oro, que envuelve la chapa, también áurea, de filigranas
almendradas de factura medieval.
Comparte espacio con un objeto de un valor histórico tan
relevante como el denominado Cáliz del Compromiso, guardado en la misma
capilla, que fue el que selló el histórico acuerdo de 1412. Con suma
delicadeza, envuelto en su guante de tela, lo extrae de su reducido arcón uno
de los citados voluntarios para que cinco afortunados visitantes que hemos
entrado, en dos grupos, minutos antes al templo, podamos contemplarlo. Más de
seis siglos de historia contemplan a este objeto plateado, portado desde Aviñón,
y con el que el obispo de Huesca, Domingo de Ram, ofició la ya conocida como
Misa del Compromiso.
A escasos metros, subiendo unos escalones, se ubica la
reconstrucción del castillo que acogió el tan importante encuentro de los nueve
compromisarios de Aragón, Valencia y del Principado de Cataluña para escoger al
sucesor de Martín I El Humano, fallecido sin descendencia.
Quedan poco más que unos metros de muralla de lo que fue el
castillo original donde se refrendó el resultado de dos meses de deliberaciones
que fructificaron en la denominada Concordia de Alcañiz -población situada a
unos 25 kilómetros- y en el Compromiso de Caspe. El resto de la fortificación
ha sido reconstruida. Oteando desde sus murallas, unas estatuas replican a
aquellos compromisarios que tuvieron la pericia de alcanzar un acuerdo en
tiempos de zozobra, cuando la población de los caspolinos se erigía como
emblema de la cristiandad.
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