Segundo día. El ritmo del Camino no para. Me despierto a las 6,30, estudio un rato portugués en la aplicación de Duolingo a la que me he aficionado o enganchado, según se mire, y bajamos a desayunar tostadas con leche, que en este alojamiento tenemos incluida esa alimentación matutina.
La etapa de hoy comienza con una constante subida de dos
kilómetros para llegar hasta un mirador que permite contemplar la ciudad y su
río. Hoy pasaremos por escasos núcleos urbanos. El trayecto se basa en
carreteras comarcales, zonas boscosas, pasarelas junto a la reserva de la
biosfera del río Mandeo… La única localidad que atravesamos es Miño, justo a
mitad de esta etapa de 20 kilómetros.
La llegada a Betanzos -final de paseo- se observa desde lejos pero no la acabamos de pisar. Ocurre en ocasiones cuando la población se eleva en alguna cima o tú bajas desde un lugar en alto y se halla en un llano. Parece que no avances debido, en parte, a que las altas temperaturas te aceleran el deseo de llegar.
En Betanzos nos espera nuestra reserva en Casa Miranda, la
cuna de la tortilla de patatas típica y singular del municipio por ser melosa,
poca hecha, y deslizarse un jugoso caldo de huevo al cortarla. Sirven opción
única: tortilla de 12 huevos y sin cebolla, de dos dedos -a lo ancho- de
altura.
Menos mal que hemos reservado, porque aunque han colocado un cartel en la puerta bien visible donde recalcan que el establecimiento se halla completo y solo atienden a reservas, entran más de 30 personas a preguntar -más sus acompañantes- si hay sitio mientras comemos en una de las mesas del salón de entrada.
Con la barriga bien llena nos vamos a descansar.
Aprovechamos un cartel de fisioterapia para peregrinos y acudimos a la clínica
BSalud, donde atienden con eficacia la inflamación de fascio y metacarpianos de
mi joven compañero peregrino. Apenas cenamos.
Tercer día: Betanzos-Hospital de Bruma
La etapa de hoy se anticipa en las diferentes guías como la
más dura de este Camino, y no tanto por su extensión (24 kilómetros) como por
sus ascensos y descensos. Pronto comprobaremos que esas subidas y bajadas serán
también la tónica de los días siguientes.
Al igual que en Pontedeume, los primeros kilómetros transcurren ya en subida, en este caso para salir de Betanzos. Aunque nos ahorraremos los 35 grados de calor de los días anteriores, también sudaremos lo nuestro. Apenas transitamos por núcleos habitados y, por tanto, cerca de bares donde podamos detenernos. De hecho, hasta Meangos, pasado Cos y más de una decena de kilómetros después del inicio, no encontramos donde almorzar. He de reconocer que disfruto con las hogazas gallegas por su firme corteza y su escasez de miga.
Hablamos un rato con una peregrina italiana, de Milán, que
debuta en estas lides. También mantenemos una conversación con dos amigas
canarias y una pareja argentina. El Camino da pie a estas charlas breves sin
compromiso de continuidad.
La siguiente parada reseñable la hacemos en el chiringuito de la piscina situada junto al embalse de Beche, el lugar más bañista con el que nos topamos en pleno Camino. Desde allí seguimos hasta As Travesas, donde destaca el bar-estanco Casa Avelina, con la anciana presumiblemente del mismo nombre sentada en un rincón tras la barra, aunque sin atender. Escucha, observa y, con su presencia, otorga marchamo de antigüedad y solera al local.
Alcanzamos Hospital de Bruma, aunque nos quedaremos en una
pensión de carretera ubicada en la cercana localidad de O Meson do Vento, con
casi 300 habitantes, mientras que la que hace de epitafio de etapa apenas
supera las cuatro decenas y su infraestructura de alojamientos resulta bastante
escasa.
Nos hallamos ya a 40 kilómetros de Santiago de Compostela y
nos empezamos a habituar a las rutinas, dureza, sensaciones y costumbres del
Camino. Suele ser entre la tercera y cuarta etapa cuando empiezas a encontrarte
plenamente, e interiormente, en él. Por la tarde se despierta un gélido viento.





No hay comentarios:
Publicar un comentario