Cuarta etapa. Mañana de densa niebla, más incluso que en los amaneceres precedentes. Hemos de caminar unos dos kilómetros desde nuestra pensión para retornar al Camino, ya que se sitúa fuera de él. Lo retomamos en el hito -prefiero ese término al de mojón- que marca los 39,5 kilómetros. Una de las grandes ventajas del Camino de Santiago Inglés la constituyen estos indicadores kilométricos ubicados en espacios bien visibles y situados cada 300-400 metros. En otras variantes que no pasan por la provincia de La Coruña son mucho más escasos.
Poco a poco va despejando la bruma. Al igual que las
anteriores, la etapa actual también se caracteriza por recorrer espacios
solitarios, con tramos largos sin ver peregrinos y extensos trechos sin
viviendas. A eso se suma bastante bosque. Perfectas para sentir más el Camino.
Paramos en el primer bar que vemos abierto, en A Rúa, a unos
siete kilómetros del inicio de etapa. Un triste bocadillo de salchichón y queso
de finas lonchas e insípido configura el almuerzo, la ingesta que más suelo apreciar
del Camino.
En esta etapa observamos una curiosa exposición de esculturas, con un imponente dinosaurio destacando, en O Castro, y una imagen de un santo degollado en una ventana de la ermita de A Rúa.
Andamos durante cuatro kilómetros en paralelo a la autovía. El calor aprieta. Un taburete de plástico colgado sobre una columna luce una frase que invita a utilizarlo pero no a llevárselo.
Los hitos dejan constancia de cómo vamos acortando distancia con Santiago. Empezamos a 40 kilómetros y terminaremos a unos 17,5, en una pensión de Sigueiro apartada del municipio, con una gran bañera como piscina y una amable y singular persona atendiendo.
Quinta etapa: Sigueiro-Santiago
Contiene más subidas y bajas de las previstas para la dificultad 1 con que la define la guía Gronze, el vademécum del Camino de Santiago. Sumamos un par de kilómetros a los 15,7 oficiales por la ubicación más alejada de nuestro alojamiento.
La etapa transcurre entre bosques. Pese a la cercanía al
destino final, hasta el kilómetro 8,5 no aparece el primer lugar donde comer
algo: un hotel en medio de la vegetación. En contraste con la magnitud del
edificio, ofrece poca variedad y algo cara. Como en otros locales del Camino,
hay que pagar en efectivo.
Nos vamos cruzando y adelantado con otros peregrinos cuyos
rostros ya nos resultan bastante familiares. Han sido nuestros compañeros
esporádicos en etapas precedentes. Nos une este recorrido. Y ya posiblemente
nos los volveremos a ver. Hoy terminaremos el Camino de Santiago Inglés. A
estas alturas ya tienes la certeza de conseguirlo.
Unos seis kilómetros antes de la ciudad compostelana se abre
un espigado polígono industrial y el recorrido pierde todo encanto. Y justo cuando
entramos en Santiago -y aunque resulte paradójico- las señales del Camino
escasean. Cuesta encontrarlas y perderse constituye un riesgo elevado.
No obstante, el campanario de la mítica catedral ejerce de luminoso guía y las ganas de llegar aceleran nuestros pasos. Deseos de final y también pena por hacerlo. Alcanzar la meta significa terminar el Camino, con todo lo que ello supone.
Así entramos en la plaza del Obradoiro, nos abrazamos y
vamos a la oficina del peregrino a recibir nuestras acreditaciones, tanto la de
haber realizado la peregrinación como la que certifica haber cubierto los 113
kilómetros de distancia entre Ferrol y Santiago.
Con la degustación y la misa del peregrino en la catedral
concluye esta nueva experiencia en el Camino de Santiago, en este caso por
trazado que han bautizado en honor de quienes peregrinaban desde Inglaterra y
arribaban en barco a la costa gallega para andar desde allí a postrarse ante la
imagen de Santiago el Apóstol.
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