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jueves, 27 de agosto de 2015

Chambéry y el legado savoyardo

Castillo de los duques de Savoya
Estandarte del histórico ducado de Savoya, Chambéry ha quedado reducida a una capital departamental francesa. Rodeada de enclaves alpinos y de localidades que atrapan al turista interior, como Annecy, se ha visto eclipsada y su encanto pasa hasta cierto punto desapercibido. No obstante, vale la pena recorrer su casco histórico medieval, transitar por sus estrechas callejuelas o por las avenidas con soportales o visitar el castillo que ha acogido a la dinastía de Savoya, la de los Amadeo, Víctor Manuel...


Su cogollo se halla repleto de calles peatonales, algunas de las cuales se mantienen casi intactas desde hace cinco siglos. Su epicentro lo constituye el castillo (visitas guiadas cada hora en temporada alta, a seis euros), que tiene adosada la Sainte-Chapelle (incluida en esa visita guiada). También cuenta con una sala de exposiciones de acceso libre que explica, por ejemplo, el árbol genealógico de los Savoya desde el siglo XIII (con papa incluido -Félix V-), el poder que llegó a ostentar este ducado o las diferentes monedas que utilizó. Además de la aprobación de la anexión a Francia en 1860 tras referéndum entre sus habitantes. La capilla del castillo albergó la Sábana Santa desde 1470. El bastión comenzó a gestarse en el siglo XI.

Monumento de los elefantes (Imágenes extraídas
de la página oficial de turismo de Chambéry)
Escribo que constituye el epicentro del casco histórico, pero ni mucho menos su único motivo de orgullo histórico. El clásico trenecito turístico (ocho euros por adulto y cuatro para niños. 45 minutos de recorrido) permite atravesar algunos de los enclaves de esta ciudad de unos 50.000 habitantes en la actualidad. Un ejemplo, la sinuosa calle donde trabajaban las prostitutas (a las que obligaron a lucir un distintivo blanco) y de la que parte un ramal de apenas un metro de anchura en el que durante siglos se encontraba un frecuentado y secular horno.

No olvidemos el singular monumento de los elefantes, con un réplica en piedra de cuatro paquidermos a tamaño natural. Tampoco el hecho de que el polifacético Jean-Jacques Rousseau residiera en esta ciudad durante una década.

La visita a Chambéry sirve, igualmente, para comprender la curiosa idiosincrasia del departamento en el que ocupa la capitalidad, el de Savoya, que linda con el de Savoya Alta (no hay Savoya baja). Cuenta con unos 400.000 habitantes dedicados, sobre todo, a la ganadería y al turismo. Preserva su lengua autóctona, el arpitano, más comúnmente conocido como savoyardo.


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