El tiempo pasa, las elecciones locales se van acercando y la formación de Isabel Bonig no da muestras de ir a escoger en breve a sus candidatos a alcalde en los diferentes municipios de la Comunidad Valenciana.
Esta semana, por cuestiones profesionales, organicé una gala. Uno de los patrocinadores, siempre ingenioso, pretendía dar una sorpresa a los asistentes. Para lograr su objetivo me pidió, ya en el hotel donde se celebraba el evento, un embudo. No importaba tanto el tamaño como disponer de este clásico artilugio. Pregunté al responsable del comedor y me respondió que lo veía complicado. Me extrañó su contestación por la envergadura del local en el que nos hallábamos.
Entonces me explicó que en la cocina, el embudo ha caído en desuso, que no cuentan con él porque ya no se utiliza. Ni tan siquiera este veterano profesional –así me confesó- contaba con un ejemplar de este instrumento hueco en su propio domicilio, y tenía trazas de ser un laborioso y aventajado cocinillas.
Este cuello de botella, ese estrechamiento de la circulación o del trasiego de cualquier líquido que supone el embudo, me trajo a la mente la situación que atraviesa el Partido Popular. Sobre todo después de haber saludado esa misma mañana a Eva Ortiz y hacer lo propio a última hora de la tarde con María José Català, ambas portavoces adjuntas en Les Corts, y en los dos casos, al igual que en el de su propia presidenta autonómica, Isabel Bonig, atenazadas por la falta de fluidez de su partido por designar, nombrar o incluso votar –sea el procedimiento que elijan- a sus candidatos.
Esta semana, por cuestiones profesionales, organicé una gala. Uno de los patrocinadores, siempre ingenioso, pretendía dar una sorpresa a los asistentes. Para lograr su objetivo me pidió, ya en el hotel donde se celebraba el evento, un embudo. No importaba tanto el tamaño como disponer de este clásico artilugio. Pregunté al responsable del comedor y me respondió que lo veía complicado. Me extrañó su contestación por la envergadura del local en el que nos hallábamos.
Entonces me explicó que en la cocina, el embudo ha caído en desuso, que no cuentan con él porque ya no se utiliza. Ni tan siquiera este veterano profesional –así me confesó- contaba con un ejemplar de este instrumento hueco en su propio domicilio, y tenía trazas de ser un laborioso y aventajado cocinillas.
Este cuello de botella, ese estrechamiento de la circulación o del trasiego de cualquier líquido que supone el embudo, me trajo a la mente la situación que atraviesa el Partido Popular. Sobre todo después de haber saludado esa misma mañana a Eva Ortiz y hacer lo propio a última hora de la tarde con María José Català, ambas portavoces adjuntas en Les Corts, y en los dos casos, al igual que en el de su propia presidenta autonómica, Isabel Bonig, atenazadas por la falta de fluidez de su partido por designar, nombrar o incluso votar –sea el procedimiento que elijan- a sus candidatos.