Existe una zona singular de viñedos en la provincia de Valencia que, debido a la acumulación de plantaciones y de bodegas en muy poco espacio, ha recibido el cariñoso apelativo de la Toscana Valenciana. Abarca tres municipios: Font de la Figuera, Fontanars dels Alforins y Moixent. Se ubica en el suroeste de la provincia.
Moixent (o Mogente, en castellano) además de por sus
cosechas, resalta por su yacimiento ibero que muestra la antigua ciudad en la
bastida de Les Alcusses. De estos restos poblacionales sobresale la pequeña
figura (apenas ocho centímetros) del guerrero de bronce del siglo IV A.C. que
constituye el emblema de Moixent y cuyas réplicas ocupan multitud de espacios
públicos.
La visita al yacimiento resulta gratuita. Situado en una
extensa pinada, es de esos lugares donde
la imaginación y los paneles (aunque no resultan muy prolijos en información)
permiten plantearte lo que hubo, porque apenas quedan los restos, la base. En
cualquier caso, por su antigüedad merece la pena recorrerlo en una visita que
se realiza casi en circuito ovalado. Por ello y por las vistas que abarcan una
gran extensión de viñas.
Antes o después puedes dirigirte a una de las bodegas más
reputadas de la zona: Celler del Roure, que organiza recorridos guiados con
cata de tres vinos previa reserva. Para sorpresa del visitante, primero se topa
con unos pollinos pastando y con gallos cacareando sobre un terreno que luego
descubre que constituye el techo del auténtico tesoro de la bodega: su espacio
subterráneo.
En él conviven decenas de enormes tinajas con capacidad para
hasta 3.000 litros cada una, donde reposa en crianza el caldo en cantidades
mayores que en los ya clásicos toneles. Y allí fermenta una variedad, la Mandó,
autóctona de Moixent y que en esta bodega, por ejemplo, da vida a las botellas
de la marca Safrà, una de las principales de Celler junto a otras con mayor
predicamento, como la blanca Cullerot y, sobre todo, la tinta Les Alcusses. En
este último caso ya concebida con una mezcla de variedades más internacionales,
como Syrah o Petit Verdot.
Y de la bodega y el yacimiento al casco urbano de Moixent,
espigado, con un censo que ronda los 4.000 habitantes. Antes, o después, puede
circunvalarse a pie el embalse del Bosquet, a apenas tres kilómetros de
distancia. Un lugar para darse un chapuzón o para realizar una acción social
limpiando la porquería que dejan algunos desaprensivos en su zona boscosa. El
paseo se concluye en apenas media hora.
Esta población, como tantas otras del Mediterráneo,
salvaguarda su Torre Mora como principal vestigio del antiguo castillo, e
incluso restos del acueducto que lo enlazaba con el citado Bosquet. Y, justo
debajo de la torre, una enorme gruta que ha dado pie a una leyenda, la de cómo
sobrevivió uno de sus personajes más ilustres, Cristóbal Moreno del Camino, más
conocido como pare Moreno por su labor sacerdotal y su tarea como franciscano.
La citada leyenda cuenta que cuando nació, en 1520, su padre lo ocultó en esa
gruta para protegerlo de una epidemia de peste negra, y que allí logró salvar
la vida, con la ayuda de un cabra, para después convertirse en un importante
personaje de la época. Sus retos reposan en la iglesia parroquial de San Pedro
Apóstol, con singulares pinturas.
La visita a Moixent puede completarse con una degustación de
arròs al forn, un plato hecho con estilo propio en la comarca de la Costera, a
la que pertenece Moixent. El restaurante La Piscina, con su enorme terraza
sombreada de manera natural por la arboleda, constituye una buena opción para
hacerlo.
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