Cuatro horas en Granada. Será el tiempo que estemos en la ciudad de la Alhambra, aunque sin visitar su monumento más emblemático porque no existe disponibilidad de reserva de entrada para ese día ni el anterior ni el posterior. Nos conformaremos con parte del resto, que no es poco.
Después de un trayecto de casi dos horas desde el corazón de
las Alpujarras y con una parada ante un aviso del vehículo de baja presión de
los neumáticos, nos dirigimos al ombligo urbano, al entorno de la catedral.
Para nuestra desgracia -que luego quedará demostrado que no lo es tanto- todos
los aparcamientos están completos, por lo que decidimos emprender la subida
hacia sus miradores y terminamos dejando el vehículo por la calle Puerta de los
Leones, casi en la cima de la ciudad nazarí.
Desde allí, siguiendo el consejo de una abuela admiradora de
su urbe que estaba haciendo picnic con su nieto, buscamos la calle Verea de
Enmedio, en la que nos insiste que se encuentra el mejor ejemplo del fulgor del
Sacromonte. Descendemos del mirador de San Miguel entre chumberas y
pantagruélicas plantas de aloe vera, entre las improvisadas callejuelas que
pasan ante las espontáneas terrazas de las cuevas.
Así, arrastrándonos por el placer del paseo, con el faro de la Alhambra siempre como guía, nos deslizamos entre casas níveas en tramos adoquinados y peatonales. Vamos poco a poco descendiendo. Y de este modo entramos en el barrio del Albaicín, el segundo de los reclamos históricos de viviendas la ciudad junto al Sacromonte. Con tranquilidad, sin masificación.
Hasta que llegamos al mirador de San Nicolás, con top manta
escapando de la presencia de agentes de Policía Local y aguardando con
paciencia a que quede espacio libre para situarnos en primera fila de la
panorámica. Una vez encontramos nuestro lugar, disfrutamos de la vista. De la
Alhambra, por supuesto.
Proseguimos por la bajada de San Gregorio, pasamos por las
calles de teterías (Calderería Nueva y Calderería Vieja) hasta desembocar en la
concurrida catedral, que circunvalamos hasta la entrada de la impresionante
Capilla Real de Granada, con una larga cola para entrar y disfrutar de su
estilo gótico y, sobre todo, contemplar las tumbas de los legendarios Reyes
Católicos y descendientes.
Volvemos por Calderería Nueva. Nos introducimos entre los
recovecos que parecen no tener fin de una tetería y saboreamos lo que denominan
té nazarí, junto a pasteles árabes. Experiencia típica, que demuestra su
carácter tradicional al no admitir el local pago con tarjeta.
Toca desandar lo caminado y ascender lo bajado. De nuevo
barrio del Albaicín, Sacromonte y llegada al coche. Justo cuatro horas de paseo
por Granada. Insuficiente, porque no hemos podido entrar en sus preciosos
monumentos; aunque bastante para imbuirnos de su ambiente, que hemos rematado
escuchando, en nuestro ascenso final, la canción ´Llorando por Granada´, de Los
Puntos. Todo un subidón.
Nos espera una hacienda en Salinas, una pedanía de Archidona
(muy recomendable la singular plaza hexagonal de este último municipio, por
cierto), ya en la provincia de Málaga, para alojarnos.
Antequera y Málaga
Hoy es el día de las horas, porque ese tiempo le dedicaremos
a dos ciudades que vamos a visitar: Antequera y Málaga. Sí, del todo escaso
para ambas, sobre todo para la última, pero bastante para el objetivo concreto
que perseguimos en la capital malagueña.
Después de un paseo matutino por los alrededores de Salinas,
en los que encuentro varios carteles de advertencia de ´Cuidado con los
bravos´, liebres correteando en cuanto te alejas unos metros de la carretera y
un zorro muerto en el arcén, nos vamos a Antequera. La idea inicial consistía
en visitar Ronda; no obstante, debido a que exige más de hora y media de viaje,
decidimos cambiar el itinerario.
En Antequera, después de dejar el coche en el aparcamiento
situado junto al mercado, el que tiene un mirador en el quinto piso desde el
que puede contemplarse la localidad, nos adentramos por las calles principales,
no sin antes sentarnos antes a tomar un chocolate. La localidad la conocemos de
una visita reciente, por lo que todavía permanece en la memoria el recorrido
por el parque del Torcal de Antequera y el tránsito bajo el dolmen.
Ascendemos para transitar por el entorno de la alcazaba,
para contemplar la colegiata, en la que han ubicado una exposición de los
superhéroes de Marvel. Dedicamos unas dos horas a callejear, a pasear por el
mercado, a disfrutar de la panorámica desde la altura de los restos musulmanes,
desde donde se aprecia el mosaico y los restos romanos.
Nos fijamos Loja como siguiente objetivo, de vuelta a la provincia
de Granada. Su casco urbano se halla dividido por el río Genil. Subimos a la
alcazaba por la puerta que daba inicio al barrio árabe, apreciamos la casa
Narváez, primer duque de Valencia, que ejerce de ayuntamiento en la actualidad
y que alberga el mausoleo con la tumba del conocido general.
Comemos en casa Manolo, en Salinas, y, ya avanzada la tarde,
enfilamos hacia Málaga, a unos 50 minutos de trayecto. Nos hemos marcado un
objetivo: contemplar la calle iluminada de Manuel Domingo Larios. En ella,
entre las siete y las diez de la noche, quienes acuden pueden disfrutar de un
juego de música y luces en determinados tramos horarios que no especifican para
evitar aglomeraciones. Como con los juegos de luces en la Catedral. Tenemos
suerte y disfrutamos de apagados y encendidos al animado ritmo de Mariah Carey
con su ´All I want for Chritsmas is you´.
Los aparcamientos céntricos se hallan completos, por lo que
nos toca aparcar en el de la calle Salitre y desde ahí dirigirnos paseando a la
céntrica plaza de la Marina, desde donde cruzamos a una abarrotada Larios. Vagamos
por el entorno de la Catedral, tanto de la parte nueva como de la antigua y el
reducido resto de la mezquita primaria. Deambulamos, vaso con chocolate en
mano, por la plaza de la Constitución, la concurrida y comercial calle Granada,
la Alameda principal- Se trata de una visita nocturna y fugaz, el anticipo de
una más calmada en un futuro.
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