Cazorla nos recibe con las calzadas, los coches y las paredes manchados de arena rojiza. No está lloviendo, pero lo ha debido de hacer la noche previa y ha llenado de ese color allá donde ha caído el agua enrojecida. Como llegamos prácticamente a la hora de comer, lo primero que hacemos consiste en ir a uno de los restaurantes más conocidos de esta localidad de poco menos de 8.000 habitantes. En este caso entramos en el mesón Leandro, en un extremo del casco urbano, cerca de la parte antigua y muy próximo a la subida al castillo de La Yedra.
Allí degustamos algunas de las carnes a leña que elaboran,
como solomillo de ciervo, y también cochinillo. Desde este lugar nos
trasladamos a nuestro alojamiento: la Casa de las Bicicletas. Efectivamente,
destaca por tener ciclismos en cada rincón, colgados de las paredes e incluso
de los árboles de su patio. Se trata de un lugar muy singular, cuyo propietario
se llama Consuelo, nombre con el que en este municipio se bautiza a niños, no a
niñas.
Se halla al lado opuesto del casco urbano, el contrario del
mesón Leandro, aunque nos toca volver a esta última zona para visitar la
oficina de turismo, situada prácticamente frente al restaurante. En cuanto
llegamos nos enrolan en una visita guiada por el río Cerezuelo a su paso bajo
la iglesia.de Santa María. Lo hace separado de esta última, en su subsuelo, por
una bóveda. El lugar está casi en penumbras, arrumado por el paso del río que
forma pequeñas cascadas. De pronto, en la orilla abovedada opuesta a aquella
por la que discurre la senda, se puede contemplar la recreación de la imagen de
La Tragantía, la princesa que, según cuenta la leyenda, se convirtió en reptil
para vengarse de quienes la abandonaron y cuyo cántico atrae, con fines
letales, a niños en la noche del 23 de junio.
El castillo de La Yedra
Terminada la ruta guiada bajo la bóveda (2 euros y unos 25
minutos de recorrido), subimos al castillo de La Yedra (denominado así por la
abundancia de hiedra), con su imponente torre del homenaje. Casi cada hora
organizan una visita también explicada que consiste en subir a cada una de sus
dos torres, la del homenaje y la que ha sido reconvertida en una especie de
museo etnográfico con imágenes de la historia aceitera del municipio. Una amable
lugareña te enseña los bargueños, el escudo de Cazorla con un torreón y dos
báculos pastorales, el artesonado de la torre del homenaje…
Contemplamos Cazorla desde las alturas, descendemos al casco urbano y, después de un paseo por el municipio, cenamos en una de sus tres plazas casi consecutivas (en este caso, en la de la Corredera) en el bar Las Viñas, cuya especialidad en tapa se llama Popeye porque se basa sobre todo en espinacas. Retornamos a la Casa de las Bicicletas, cuyo interior constituye un auténtico museo, repleto de figuras, de máquinas de escribir, de teléfonos antiguos, de estatuas de todo tipo, de una piscina, de una mesa de billar…. A todo esto añade, por supuesto, bicicletas de todos los colores, gamas y tamaños.
El plan de hoy consiste en visitar el parque natural de Las
Sierra de Cazorla y realizar alguna de sus múltiples rutas. No obstante, nos encontramos
con el contratiempo de que el día ha amanecido lluvioso y con una neblina cuya
densidad aumenta conforme asciendes. Antes el paseo matutino me ha llevado a la
vecina (de Cazorla) La Iruela, en la que despunta su castillo, con la imponente
torre del homenaje erguida sobre un peñasco que domina toda la panorámica.
Representa la torre vigía por antonomasia.
Después de un desayuno en una de las múltiples cafeterías de
plaza de la Constitución, sin más historia que que nos vuelvan a decir (como en
el bar de la noche anterior) una cuenta de números redondos cuando la pedimos que
tampoco la acompañan de papel con desglose- Todo parece a ojo de buen cubero,
como se suele decir, aunque al tratarse de precios razonables no nos supone
incomodidad alguna.
¿200 bicicletas?
Nos despedimos de la Casa de las Bicicletas y de su
propietario, Chelo (en masculino), citado con reiteración en los múltiples
mensajes escritos en las paredes del porche de este singular alojamiento.
¿Habrá más de 200 bicicletas ocupando toda su fachada y en los múltiples
recovecos de su interior? No exagero si contesto a mi propia pregunta que puede
ser y quizás haya incluso más.
Al final la excursión por la sierra se queda en una
acometida por la ruta circular junto al río Cerezuelo, que en numerosas
ocasiones llega a vadearlo. Comienza en un camino que se bifurca en la subida
al castillo, detrás del restaurante Leandro. El primer puente, como nos han
recalcado en la oficina de turismo, no hay que atravesarlo. El itinerario
correcto lo evita. El problema lo provoca el día lluvioso, que genera un fango
constante a lo largo del sendero que entorpece los movimientos y que aviva el
riesgo de resbalón. La ruta acompaña al río en sus saltos y caídas. Se alarga
unas dos horas.
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