Amanece en Doha poco después de las cinco, aunque apuramos
casi hasta las diez para levantarnos. Es viernes y, por tanto, festivo en
países musulmanes. Después de tomarnos con tranquilidad la mañana, nos
desplazamos, también con Uber, a la corniche, denominación que recibe el paseo
marítimo. No está tan abarrotado como el zoco ayer, aunque hay aficionados de
diversos países tomando fotos de la panorámica de rascacielos de fondo y, en
primer plano, de carteles alusivos al mundial.
Nos comemos un swarma (como llaman por estos países a lo que
en España conocemos más como kebap) en un espacio de mesas sobre uno de los
escasos parques con la citada y preciosa panorámica de fondo y andamos hasta la
estatua de la perla, que evoca el pasado de buscadores de perlas de los
qataríes hasta descubrieron que su mayor riqueza no estaba en el mar, sino bajo
tierra.
Nos trasladamos hasta una de las principales fan zone o
espacio para aficionados, donde te piden la famosa y mundialista tarjeta Hayya,
que es la que permite entrar en todos los recintos y en el propio país. Dentro
hay numerosos juegos relacionados con fútbol, de meter la pelota por lugares
inverosímiles o de afinar tu regate, además de, claro está, pantallas gigantes.