Desde allí subimos a otro coche de Uber que nos lleva hasta
la zona conocida como la Perla, el puerto de alto nivel de Doha. Nos deja entre
un concesionario de Rolls Royce y otro de Ferrari. Comenzamos a pasear por la
periferia del embarcadero, entre todo tipo de locales de lujo. Nos paramos en
una cafetería porque me apetece tomar un té árabe, objetivo que no cumpliré hoy
ya que, al igual que en el restaurante anterior, solamente nos ofrecen los
típicos de consumo británico.
Nos sentamos y únicamente pedimos dos de los cuatro. El camarero nos dice que para permanecer en el lugar entre todos hemos de consumir un mínimo de cien riales (el equivalente a 25 euros). De lo contrario, tendremos que marcharnos, algo que terminamos haciendo.
Seguimos paseando hasta pedir un nuevo coche para
desplazarnos. Tarda bastante en llegar debido al tráfico y, después, nos
costará una hora, también por el mismo motivo, alcanzar nuestra base, en el
lado contrario de esta megalópoli de dos millones de habitantes.
La decoración mundialista, con el turbante de mascota (bautizado como La´ebb), el topónimo de Qatar escrito en grandes caracteres allá donde mires, la alternancia de blanco y grana, las imágenes enormes de los principales referentes de las distintas selecciones colgando de enormes edificios o las palmeras ´vestidas´ para la ocasión, se observa por doquier.
Hoy nos desplazamos a West Bay, denominación que recibe la panorámica
de rascacielos que caracteriza a Doha cuando muestran alguna imagen de la
ciudad y que se encuentra justo frente a la corniche, el paseo que recorrimos
hace un par de días. El tránsito será en coche, de echar un vistazo. Las calles
no atraen para caminar, ya que están valladas, sin comercios ni espacios
verdes.
Con el vehículo, en cambio, puede contemplarse las enormes
moles construidas para viviendas y oficinas y semihabitadas. También ofrece la
posibilidad de transitarse por las autovías que en el pasado fueron bulevares
de dos carriles. La urbe ha sido transformada para el mundial, cambiada para
facilitar el desplazamiento en vehículo con aire acondicionado que evite sufrir
las tórridas temperaturas de verano. No está pensada para disfrutar de un largo
paseo.
Y así nos movemos entre edificios enormes de los que penden
imágenes de jugares de renombre internacional y a los que el colorido de los uniformes de
las diferentes selecciones les confiere un aspecto más alegre y mundano, y
menos frío e imponente.
West Bay y la
gasolina
Desde allí vamos a otro ciclópeo bloque, que en este caso
acoge un centro comercial, de los que en este país no cierran en toda la semana
y únicamente paran una hora los viernes para la oración. En casi todas las
tiendas venden algo relacionado con el Mundial de fútbol. La ciudad vive para
el acontecimiento. Ha sido reconstruida para acogerlo y se ha colgado sus
mejores galas para hacerlo.
Estos días, vayas donde vayas, te cruzas con alguien que
luce la camiseta de Argentina, la selección, posiblemente junto con la de
Brasil, más acompañada por sus incondicionales. La gasolina, por cierto, cuesta
medio euro, y eso que ha duplicado el precio respecto a hace un lustro. Te la
pone el operario de la estación mientras permaneces dentro de tu vehículo en
marcha para mantener el aire acondicionado encendido.
Y otro por cierto: hasta la fecha, en estos días, no hemos
coincidido con alguien que sea qatarí. En taxis, uber, barbería (no me pierdo
mi afeitado rasurado al límite típico de país árabe) o allá donde vayamos, son
indios, paquistaníes, filipinos y de otros múltiples países que han venido a la
península arábiga a mejorar su vida. Si les preguntas, te dicen que están
contentos.
Ahora ya nos queda disfrutar de las últimas horas en Qatar,
con la familia que de manera tan fenomenal nos ha acogido y dado la oportunidad
de conocer mejor Doha, y dirigirnos después al aeropuerto confiando en que
Turkish Airlines cumpla con el cambio de vuelo que la misma compañía ha
provocado anulando el que nos había vendido previamente.
Desde luego, los tópicos escuchados y repetidos en España sobre Qatar no los he vivido ni percibido. En la práctica, la experiencia me ha recordado a otras pasadas en países musulmanes como Egipto, Siria (antes de la guerra) o Jordania. Con un nivel de vida más alto e incluso mayor seguridad en las calles en el caso de Qatar.
Puedes leer la crónica completa en soloqueremosviajar.com pinchando este enlace
No hay comentarios:
Publicar un comentario