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miércoles, 11 de enero de 2023

Edimburgo (II): Stirling, fantasmas y cervezas

 Amanece tarde en Escocia. Hoy nos ha salido un día frío aunque soleado. Lo primero ya hemos comprobado que resulta lo habitual; mientras que lo segundo es algo fuera de lo común que disfrutaremos. La variación de temperatura será entre -2 y +2, lo que aconseja utilizar las mallas que he traído en la maleta y vestirlas debajo del pantalón.



 

Castillo de Stirling

 

Hoy nos desplazamos a Stirling, una ciudad que destaca por su castillo y por algo más que luego contaremos. Vamos en tren desde la estación principal de Edimburgo: Waverley. Más o menos nos llevará una hora. Luego el revisor nos explicará que a los niños les hacen un precio especial si compras los billetes en la taquilla; el problema resulta que, quizás porque los días siguientes al primer de año está la mayoría de locales cerrado, las taquillas no se encuentran abiertas y no queda más remedio que adquirir billetes en las máquinas expendedoras, con lo que nos cuestan unas diez libras el trayecto por persona.

No despunta el recorrido por su belleza, aunque nos permite salir del casco urbano de Edimburgo y dirigirnos al centro y, a la vez, al norte del país. En unos 50 minutos nos plantamos en Stirling, la ciudad famosa por la batalla que William Wallace (sí, el protagonista de Braveheart) ganó a las tropas inglesas a los pies del castillo. La iglesia del Holly Rude, la más conocida de la localidad iniciada en el siglo XII, está cerrada, ya que únicamente abre entre mayo y octubre. Con la prisión ocurre otro tanto de lo mismo.

El tramo principal de la visita lo dedicamos al castillo, habitado por monarcas en sus mejores tiempos y del que quedan algunos retazos más antiguos que datan del siglo XIV. Entremezcla la zona amurallada, con recreación de cocinas con platos plastificados y maniquíes que representan al personal de cocina, con la parte palaciega, que incluye la gran sala de banquetes con capacidad para 500 personas.

Las visitas guiadas gratuitas (supongo que las abonas con la entrada de 18 libras) se inician cada media hora. Eso sí, el acento escocés cerrado de algunos cicerone cuesta de entender los minutos iniciales. 

En una de las tiendas compro mi figurita del viaje, que, finalmente y como no podía ser de otro modo en la ciudad de su gran triunfo, se trata de la que evoca la persona y hazañas de William Wallace. Desde la parte más elevada de la muralla se divisa la torre monumento al legendario guerrero y puede recrearse, mentalmente, la batalla. Para aumentar la apelación a la épica, en la entrada del castillo se halla el estatua de Robert Bruce, que continuó la lucha contra los ingleses iniciada por Wallace y que llegó a regir Escocia como Robert I.



Después de una sopa en la cafetería del castillo retornamos al centro de Stirling para pasear por sus tiendas, observar una estatua de Wallace, y volver a la estación con el fin de retornar a Edimburgo. Como la citada estación se halla muy cerca de donde se ubica el mercado de Navidad, nos damos una vuelta con el fin de comprar chocolate líquido y llevárnoslo en vaso de plástico, algo muy habitual en esta ciudad -ya sea con esa u otras bebidas- para atenuar el frío que cala en el cuerpo.

 

Fantasmas de Edimburgo

 

Y esta noche toca recorrido por la Edimburgo fantasmagórica con Guru Walk de nuevo. Fernando -el guía, cuya vestimenta y forma de narrar acompaña perfectamente el paseo por el miedo que puede inspirar- nos habla de los huérfanos abandonados que vivían en los close o callejuelas y, después, en los subterráneos, de los estragos de la peste, de los dos irlandeses que vendían cadáveres de personas a la que acababan de matar a la facultad de Medicina, de la escalera de Jacob, de la tumba de Hume, de las brujas, del puente del diablo o del cementerio de Old Calton, que recorremos en penumbras, entre otras cuestiones que erizan la piel, y no únicamente por el frío.



Hoy, prácticamente en ayunas entre el desayuno abundante y la cena, toca el clásico filete a la parrilla británico con patatas. En el hotel, como detalle, nos regala un simpático camarero italiano dos latas de Irn-Bru, la bebida típica sin alcohol escocesa. De la alcohólica ya tomo una pinta de Tennent´s (la de ayer fue de la marca Innis&Gunn), una de las cervezas más populares.

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