Esta semana conmemoramos el 2080 aniversario de la
celebérrima primera catilinaria. En el 63 A.C. Marco Tulio Cicerón inició su
exhortación ante el Senado romano pronunciando aquella frase que brilla con
fulgor propio en los anales de la historia. Quo usque tandem abutere, Catilina,
patientia nostra?, lanzó la pregunta retórica que abofeteó al empedernido
conspirador Lucio Sergio Catilina.
En homenaje al polifacético escritor, jurista, filósofo y
orador de Arpino la recupero para dirigirla a Metrovalencia, la marca comercial
bajo la que la empresa pública Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) opera
en Valencia y su periferia. Cada día decenas de miles de usuarios se ven
sometidos a los vaivenes y desavenencias de una huelga que parece no tener fin
y, lo que resulta más lamentable, con las dos partes enrocadas. La consecuencia
más inmediata consiste en que los usuarios ya no saben a qué hora pasará el metro.
Ni si llegarán a tiempo o no a su lugar de trabajo, a llevar a su hija al
colegio, a la consulta del médico o a dónde sea.
El conflicto lleva meses enquistado y los sindicatos ya han
anunciado la prolongación de paros hasta enero. Las protestas, que resultan
casi diarias en horas punta, se recrudecen sistemáticamente, como el pasado
lunes 6, con la huelga de 24 horas. Por las declaraciones de ambas partes,
ninguna tiene prisa en solventar la pugna. La única información que llega al
usuario, principal damnificado, consiste en la cantinela que puede escuchar de
cuando en cuando en la megafonía de algunas estaciones anunciando el paro
cotidiano. No le informan de los motivos ni de las posibilidades de solución.