¿Por qué nos acostumbramos a escuchar, o incluso a proferir,
promesas que sabemos que no van a cumplirse? Me hacía esta pregunta mientras
leía una especie de catálogo de falsos compromisos. Entre los seis más usuales
destacaban los clásicos del sanitario al paciente diciéndole, antes de
pincharle, que no iba a sufrir dolor, o la manida frase del fontanero de
“volveré mañana”.
También me topaba con otros habituales como la sentenciosa
“te querré siempre” o “mañana a primera hora te devolveré el dinero que me has
prestado”, además del socorrido “no lo contaré, confía en mí” tras escuchar la
revelación de un secreto.
20 minutos Comunidad Valenciana. Página 2 |
Todo ello me recordaba la sorpresa de un oriundo de India
acabado de aterrizar en un campus estudiantil de EEUU. Entabló una corta
conversación con un compañero que le despidió con un “te llamo mañana”. Pronto
comprendió que solo se trataba de un modo recurrente de sustituir el “hasta
luego”.