La comunicación de las instituciones y, sobre todo, la que
aplican y desarrollan sus responsables públicos, constituye una de las bases
sobre las que se sustenta la transparencia. De que se produzca con asiduidad y
eficacia depende en buena medida alcanzar el objetivo cada vez más demandado de
disponer de un gobierno abierto. De lo contrario continuaremos sumidos en la
opacidad que caracteriza la gestión de buena parte de las acciones de los
responsables políticos en su esfera pública.
El proyecto de la Ley de Transparencia, Acceso a la
Información Pública y Buen Gobierno que está a punto de aprobar, ligeramente
enmendada, el Congreso con la mayoría del PP, establece literalmente que las personas físicas
o jurídicas que ejerzan potestades administrativas “publicarán de forma
periódica y actualizada la información cuyo conocimiento sea relevante para
garantizar la transparencia de su actividad”. Ese matiz de relevancia queda,
hasta la fecha, tamizado por los intereses propios de los responsables
públicos. Deciden ellos aquello que resulta relevante desde su punto de vista.
![]() |
Diario Levante-EMV (29-11-2013). Pág. 76 |
Para que resulte creíble y eficaz la transparencia esa
relevancia debería de extenderse o generalizarse a aquellas cuestiones que los
medios de comunicación consideren noticiosas o de interés colectivo para los
ciudadanos, o, como mínimo, para la parte de la ciudadanía que conforma su
audiencia. Desde luego, podría aceptarse el margen que estatuye el mismo
proyecto, que establece límites lógicos como la seguridad nacional, la
defensa o la investigación de ilícitos
penales. Pero no mucho más.
¿Qué implicaría una aplicación estricta de esta ley de
transparencia? Por ejemplo, que los cargos públicos no pudieran excusar una
respuesta en una rueda de prensa aduciendo el tristemente manido “de eso no
toca hablar ahora” o “no he venido a tratar ese tema”. Habrían de argumentar su
negativa esgrimiendo uno de esos límites aludidos en el anterior párrafo y señalados
en el artículo 11 del proyecto de transparencia.
Desde luego, ni por asomo, en esa rendición de cuentas
públicas cabe la figura del simulacro de rueda de prensa coartada por el
impedimento de preguntar. Tampoco el
retraso en ofrecer explicaciones públicas sobre decisiones importantes. Ni la
negativa a afrontar una entrevista con un periodista. El político responsable
de una institución no debería, conforme a la nueva legislación, marcar la
agenda de sus comparecencias. La establece, como fija el artículo 4 de los
principios generales “la actualización de la información”. La actualidad, en
definitiva.
Si, como recalca la disposición final primera de este
proyecto en la matización del artículo 37, “los ciudadanos tienen derecho a
acceder a información pública, archivos y registros”, los medios de
comunicación adquieren, implícitamente con este proyecto de ley, una mayor
importancia si cabe como cauces de ese acceso para los ciudadanos. Por ese
motivo, el anuncio del cierre de la Radiotelevisión Valenciana (RTVV)
constituye un ataque en plena línea de flotación de esa transparencia que
pregonan los responsables públicos. Eliminando medios de comunicación difícilmente
puede lograrse.
Artículo publicado en el diario Levante (29-11-2013). Redactado antes de la aprobación en el Congreso de la Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno (28-11-2013), y también de la aprobación, en las Cortes Valencianas, de la ley de liquidación de RTVV (27-11-2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario