La envergadura de este lugar fortificado contrasta con el desvencijado camino que resulta necesario recorrer para acceder a él. Diez minutos de trayecto en coche por una senda repleta de socavones hasta llegar a la rampa que sirve de acceso al recinto construido por la legendaria Orden de Calatrava.
Tras superar dos pórticos penetramos en el amplio espacio situado entre la segunda y la tercera muralla. Un molino de piedra y un habitáculo que servía de hogar a una quincena de familias de obreros constituyen los lugares más sobresalientes. En todo caso, cada recodo guarda siglos de historia.
Desde allí podemos ascender a la iglesia, con su destacado rosetón de la época de los Reyes Católicos. Su estilo sobrio no oculta la esencia de este imponente templo que, en la actualidad, se alquila para alguna boda de copete y se utiliza para recreaciones históricas.
Siguiendo por los recovecos de este castillo convento atravesamos el parlatorio. Curioso pasillo en el que los monjes más veteranos se encontraban para, como su nombre indica, parlotear durante una hora. El resto del día mantenían su voto de silencio. Por cierto, también vale la pena asomarse a la balconada que resalta del espacio que fue la habitación del prior. Imponente panorámica.
En cualquier caso, quien prefiera una descripción más completa de esta imponente fortaleza puede consultarla, por ejemplo, en ese cajón de sastre en el que se ha convertido Wikipedia. El objetivo de estás líneas consiste en recomendar encarecidamente una visita a un lugar demasiado solitario para la magnitud de lo que conserva. Pocas visitas para tanto monumento.
Perspectiva desde la segunda muralla. Podemos contemplar los restos de la primera y todo el cerro. |
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